Hoy no tenia intención de escribir ninguna entrada, y eso que tengo unas cuantas ahí acumuladas esperando que es haga caso. Llueve, hace frío en Bilbao, y después del día intenso de trabajo de ayer, junto con el viernes social, han hecho mella en mí y hoy os escribo desde la cama rodeada de paracetamoles, ibuprofenos, el rhinomer y cieeeeeeeentos de paquetes de pañuelos.
Pero hace unos días leía en "Lo que coma Don Manuel", cómo tras su paso por el Artajo vieron que las copas tenían escrito el nombre del bar. En la calle Ledesma, desde que se hizo peatonal, y se añadió el hecho de que los fumadores no pueden entrar con el cigarrillo en los bares, prácticamente todos los clientes están en la calle, confundiéndose copas de unos con las de otros, ampliando la vajilla de unos bares en detrimento del de al lado.
Y el casco viejo bilbaíno, siempre ha sido peatonal, y el sitio perfecto para salir de pinchos y tomarte algo en la calle junto con unos amigos. Ayer fue uno de esos días en los que nos juntamos nueve amigos, y tras la segunda ronda, me fijé en mi vaso de tónica (una ya andaba con algo de gripe, no era plan de tomarse un vino), y vi una carita sonriente grabada en mi vaso.
-"Anda, mi vaso tiene la carita de una niña!"-"uy, el mío también!"- contestaron tres amigos míos que llevaban vaso alto.
Se ve que al igual que en Ledesma, en el casco viejo hay tráfico de cristalería de un bar a otro, y el bar Irrintzi, dónde vimos la carita, ha preferido grabar sus propios vasos y así no confundirlos. Al menos es un manee más elegante de diferenciarlos que la del Artajo.