La oportunidad que tiene la OMS con la Covid para ser independiente (de nuevo)

Por Miguel @MiguelJaraBlog

La crisis sanitaria por la Covid-19 pone en evidencia la fragilidad de la Organización Mundial de la Salud (OMS)  y nos revela que la OMS no tiene los instrumentos y mecanismos legales necesarios para aplicar sus normas y orientaciones. Su financiación además es insostenible para responder al desafío de la Covid-19.

En un documento titulado Las reformas de la Organización Mundial de la Salud en la época de la Covid-19, el que fuera una de las personas más influyentes de la OMS por dirigir el área de patentes, Germán Velásquez, director del South Centre, trata de identificar cuales son los problemas principales de que sufre la entidad. También cuales serían las medidas necesarias que una reforma de la Organización tendría que abordar.

Quien inició lo que se ha denominado como la «privatización de la OMS» fue la directora General de la misma de 1998 a 2003, Gro Harlem Brundtland. Ella realizó una reforma descrita por muchos como neoliberal.

En mayo de 2011, unos meses antes del final de su primer mandato, Margaret Chan (directora general 2007-2017) lanzó, en sus propias palabras, «la reforma más importante de la historia de la OMS».

Fue una reforma ambigua e inconexa que no logró concluir y entre los temas más controvertidos estaba el de los «actores no estatales». Tedros Adhanom Ghebreyesus, elegido director general de la OMS en 2017, anunció en su discurso de apertura un plan para transformar la entidad que fue interrumpido por la llegada de la Covid-19 en diciembre de 2019.

En medio de la crisis sanitaria más intensa de los últimos cien años, la OMS, en su calidad de organismo especializado de las Naciones Unidas para la salud, se encuentra ante lo que probablemente sea el mayor desafío de su historia.

Se trata de una profunda crisis de identidad, ya que está debilitada por los desequilibrios en las relaciones internacionales que se reflejan en los enfrentamientos entre algunos gobiernos del Norte y del Sur, la retirada de los Estados Unidos de la organización y la influencia exagerada de los sectores privado y filantrópico en el establecimiento de su agenda. Todo ello conduce, lamentablemente, a una pérdida de credibilidad sin precedentes a los ojos de la opinión pública.

En la primera mitad de 2020, la Secretaría de la OMS se mostró muy activa en el suministro de información, recomendaciones y directrices para la gestión de Covid-19. Publicó más de 400 documentos de orientación para personas, comunidades, escuelas, empresas, industrias, personal sanitario, instalaciones de salud y gobiernos relacionados con diferentes aspectos de la pandemia por coronavirus.

Germán Velásquez.

Lo que ocurrió y lo que sigue ocurriendo es que algunos países no siguieron las recomendaciones de la OMS.

El elevado desequilibrio entre las cuotas financieras de los estados miembros y el alto nivel de financiación voluntaria (pública y privada) y filantrópica, contribuye al problema.

Hay un dilema entre el sector público y el privado. La OMS fue creada en 1948 como organismo público especializado del sistema de las Naciones Unidas para mejorar y mantener la salud en todo el mundo.

Durante muchos años, este organismo se financió con fondos públicos procedentes de las contribuciones regulares obligatorias de los 194 países miembros. En los últimos 20 años, las contribuciones voluntarias (privadas o públicas) han crecido rápidamente. En el momento en que los 194 estados miembros aprueban el presupuesto, sólo se puede prever una financiación parcial (aproximadamente el 20% de las cuotas).

Hoy, aproximadamente el 80% del presupuesto está en manos de contribuyentes voluntarios (públicos y privados), incluidas entidades filantrópicas como la Fundación Bill y Melinda Gates y un pequeño grupo de países industrializados, que hacen donaciones para fines específicos elegidos a menudo por ellos de manera unilateral.

La dependencia excesiva de las contribuciones voluntarias da lugar a la incapacidad de establecer prioridades basadas en los criterios mundiales de salud pública. Los países tratan de establecer prioridades, pero los fondos se destinan a cuestiones específicas, seleccionadas por un pequeño número de donantes que desempeñan un papel decisivo en la decisión de lo que hace o no hace la organización.

Esto es grave pues la financiación que llega se basa en gran medida en los intereses individuales de los donantes. El modo actual de financiación de la OMS ha dado lugar a un alto riesgo de vulnerabilidad y dependencia de los donantes.

Es urgente que la Asamblea General de las Naciones Unidas defina criterios y principios claros para la economía de todo el sistema. Velásquez propone: ¿Por qué no definir, como norma obligatoria, que al menos el 51% del presupuesto debe provenir de las cuotas de los gobiernos? Y para preservar el carácter multilateral y democrático de los organismos, también sería urgente definir el porcentaje máximo (10 ó 15%, por ejemplo) que un solo contribuyente (privado o público) puede aportar a la organización.

Hace ya tiempo que se llegó a un consenso para excluir totalmente los fondos de la industria armamentista y tabacalera, pero se dejó la puerta abierta de par en par para el dinero de la industria farmacéutica o de ciertas industrias «menos sanas».

Cómo financian las farmacéuticas la OMS.

Otra cosa que poca gente conoce es que no hace mucho se creó una Fundación de la OMS como manera independiente y flexible de financiar la OMS pero, como explica Velásquez en su escrito, el desequilibrio entre el sector privado y el público en la OMS corre el riesgo de empeorar.

Y hay un problema añadido y es que si bien las normas de comercio internacional de la Organización Mundial del Comercio (OMC) son vinculantes, la OMS no dispone de los medios jurídicos necesarios para hacer cumplir disciplinas que son vitales para la protección de la salud mundial porque muchas decisiones no son vinculantes; los países disponen de un tiempo tras su publicación para acogerse a su derecho de no adoptarlas.

Así que, por ejemplo, por intereses económicos pueden dejarse en el aire ciertas medidas.

Por ejemplo, la recomendación de iniciar negociaciones sobre un acuerdo de investigación y desarrollo de medicamentos que estaba programado, no ha podido avanzar debido a la falta de un amplio apoyo entre los miembros de la OMS y a la oposición de los países industrializados donde se encuentra la poderosa industria farmacéutica.

La crisis provocada por COVID-19 es una oportunidad histórica para volver a examinar esta cuestión y ayudar a recuperar la credibilidad de la organización financiada hoy por empresas farmacéuticas y millonarios.

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