La pareja indiferente

Por Cristina Lago @CrisMalago

Estás cansado/a de ser el único que tira del carro. Has probado el diálogo, la conversación asertiva, ponerte distante/frío y los ultimátums, ya no tienen secretos para ti, pero… todo sigue exactamente igual: tú quieres. Tu pareja se deja querer. ¿Estás con un compañero que no te corresponde?

Cuando somos nosotros quienes ponemos toda la carne en el asador de la relación mientras que el otro simplemente se limita a tirar en el sentido contrario, la conclusión es clara: ambos miembros de la pareja no desean lo mismo y lo que desean, además, es totalmente incompatible.

Si estás enamorado o crees estarlo y además tu bienestar emocional depende enteramente de la presencia de esta persona en tu vida, irás aceptando, restando importancia e interpretando situaciones y comportamientos que te hacen sentir incómodo o estafado y que al final, te llevarán a un callejón sin salida. Estás invirtiendo tiempo, energía y sentimientos en un terreno yermo en el que parece no crecer nada y la sensación es de frustración creciente: te están estafando. O eso es lo que sientes.

Pero te dan unas migajas: de vez en cuando te dicen que te quieren. O al menos tienes un plan los domingos por la tarde. O alguien de quien preocuparte que no seas tú o tus propios problemas. Cada pequeño brote se convierte en imaginario y frondoso jardín. Hasta que vuelve la sequía y te hundes en la desesperanza de sentir que nada cambia…empezando por ti.

Y no lo entiendes. ¡Es injusto! Si en el colegio estudiando mucho, sacabas buenas notas: y en el trabajo, haciendo las cosas bien, consigues reconocimiento y aumento de sueldo; ¿por qué tu pareja no se implica más con lo estupendamente que te estás portando y lo mucho que estás aguantando?

Pero el amor no funciona ni como en el colegio, ni en el trabajo. No es un concurso de méritos y si crees que necesitas hacer esfuerzos sobrehumanos para que alguien te ame y se implique contigo, el problema empieza por ti, no por tu pareja.

Una relación es una unión entre dos voluntades libres que eligen comprometerse para compartir algo el uno con el otro. No una mula reacia a la que hay que obligar a avanzar a base de palos. Y lo que ocurre cuando se actúa de esta manera, es que la mula, el día menos pensando, se vuelve contra ti y te propina una inesperada y dolorosísima coz.

Si tu pareja no demuestra interés, constructividad, sentimiento, comprensión, ganas o compromiso, la respuesta es diáfana como la luz del día: no los siente. Y si no los siente, no es una pareja. Es un compañero de piso, un amigo especial, una especie de proyecto caritativo…disfrazado con el traje de nuestras expectativas.

Cuando cualquier cosa normal y lógica en el contexto de una pareja (desde ofrecer afecto hasta hacer planes juntos) se convierte en una encarnizada negociación entre dos posturas irreconciliables, se produce un desgaste constante que merma nuestra dignidad y que convierte al otro en el rehén de nuestras necesidades insatisfechas.

Reflexiona sobre tu relación de pareja. ¿Qué te ha aportado realmente? Cuando afrontas un punto de inflexión sobre esta historia ¿qué está trayendo a tu vida que la engrandezca, la mejore o la haga más satisfactoria? Seguramente la respuesta sea: poco, o nada.

Estar con una persona que permanece a nuestro lado porque es mejor que tener un mono de compañía, no nos convierte en víctimas. Nos ofrece la oportunidad inmejorable de volver la vista hacia adentro y comprender cuáles son nuestros miedos y vacíos, que nos hacen depender desesperadamente de este perfecto desconocido al que hemos querido poner la etiqueta de pareja.

Porque mientras sigamos huérfanos de nosotros mismos, todo lo que nos den siempre nos parecerá, a la larga, insuficiente.

¿Y quién nos podría dar menos que alguien que no nos quiere?

Estar en pareja con alguien pasivo, indiferente, que no interactúa con nosotros en un equilibrio fluido y sin trabas, no se arregla con estrategias, con desapariciones o con ultimátums. Los sentimientos no se crean a base de esfuerzos ni conquistas, aunque las películas lleven años proclamando el pernicioso mensaje opuesto. Los sentimientos fluyen cuando hay una afinidad real y espiritual, cuando ambas personas desean caminar hacia la misma dirección y cuando cada miembro de la pareja renueva, cada día, su deseo de seguir adelante junto al otro.

No hay negociaciones ni exigencias que consigan implantar nada de esto.

Ante una situación de este tipo, la pregunta esencial que debemos hacernos no es ¿quiero a estar persona? si no ¿quiero esta relación para mi vida?

Si la respuesta es no, sé consciente de que persona y relación van inextricablemente unidas. Uno no puede pretender cambiar una cosa sin la participación de sus componentes. Pues la relación no es un cuerpo extraño y enfermo que puede arreglarse con unas cuantas operaciones estratégicas. Es la sinergia entre tú y tu pareja y si dicha sinergia está enferma, se corresponde exactamente al estado emocional de aquellos que la sostienen.

Puedes seguir aferrándote a esta relación, midiendo tus actos, tus palabras, tus defectos y virtudes como el que pasa a tientas por un campo minado, lo que se desembocará en una inevitable bomba de  tiempo. O en cambio, puedes desempolvar el viejo espejo del yo mismo para interrogarte sinceramente porqué motivo sigues en una historia que no sólo no enriquece tu vida, sino que la hace algo menos digna de ser vivida.

En el amor correspondido hay un mutuo esfuerzo físico y psíquico, mediante el intercambio de palabras, caricias, imágenes y proyectos (José Manuel Rodríguez Delgado)