Giuseppe Satriani. Serie Borghi Obsistenti, 2018.
Creo que lo pequeño, lo recóndito, la obsistencia (entendida como la capacidad de resistir y superar las adversidades), son las fuentes en las cuales muchos de nosotros deberíamos satisfacer la necesidad de encontrarnos y encontrar valores preciosos que vamos perdiendo a costa de la superficialidad y la inmediatez. Cuando mi hija me dice: “papá, me estoy aburriendo”, yo le contesto: “qué suerte que tienes, porque así puedes poner en marcha el pensamiento más profundo y la creatividad”. La lentitud es hermana de la vida, la inmediatez de su revestimiento.
En la ruta de encontrar un oasis habitable en el desierto de la inmediatez, me encanta descubrir lugares y acontecimientos marcados por la lentitud, donde es más fácil acercarnos al abismo entre lo que sentimos y lo que podemos expresar.
Las procesiones de la Semana Santa constituyen sin lugar a duda un evento clave de la tradición cristiana y en España se encuentran los ejemplos más arraigados tanto con la religión como con la tradición popular. Todo el mundo conoce la Semana Santa en Andalucía tanto que, la masificación de los eventos, está desvirtuando el contenido y el espíritu original de las procesiones, sobre todo para la mayoría de la gente que no pertenecen a las diferentes cofradías y que allí van por turismo o simplemente por el jaleo.
Hay otros lugares, más pequeños, más recónditos, más “obsistentes” que tienen las mismas tradiciones, en los cuales pero, se conservan los sentimientos que crean la “comunidad” y cada miembro de la misma es el recipiente de fragmentos de la memoria que dan sentido a la vida.
Giuseppe Satriani. Serie Borghi Obsistenti, 2018.
Añana es uno de estos lugares; se encuentra en Álava, a pocos kilómetros de la provincia de Burgos, muy cerca de dos Parques Naturales: Valderejo y Montes Obarenes. El pueblo de Salinas de Añana es seguramente un pueblo “obsistente”, su población es en la actualidad de 141 personas (en el 1900 eran 798) y presume de manantiales de aguas saladas que se explotan (desde el año 822) a través de las salinas del Valle Salado. La sal que allí se produce es de una calidad superior, visto que ¡22 estrellas Michelin la emplean en sus restaurantes!
También en Salinas de Añana se celebra una procesión en la Semana Santa. Sencilla pero comunitaria; en la que se revela el tan nombrado “matriarcado” de Euskadi (mirad en las fotos la diferencia de compromiso e involucración entre los costaleros mujeres y hombres); en la que se perciben fragmentos de memoria que dan continuidad en las nuevas generaciones; en la que la fe todavía gana a la exterioridad. Con todo esto en la cabeza, hice la pequeña serie de fotografías que muestro a continuación, en las cuales las salinas están siempre presentes, porque estas salinas contribuyen sustancialmente a que, en la gente que allí vive, las dificultades no superen la fuerza de continuar y así se evita que gane la renuncia y la rendición.
Por sencillez y “obsistencia”, lo que he visto en Añana tiene alguna conexión con el Fischer Circus que hasta hace algunos años venía a amenizar los veranos de Barrika