La pérdida de un ser querido es uno de los mayores retos a los que tienen que enfrentarse la mayoría de las personas. La muerte de alguien cercano suele producir un profundo dolor, que habitualmente da lugar a síntomas de tristeza y depresión. A fin de superar esta situación, todos los afectados por la muerte de un familiar o ser querido atraviesan un periodo conocido como duelo, que es, en resumidas cuentas, un proceso de adaptación emocional.
El proceso de duelo es un estado que conduce a la superación de esta pérdida y a una adaptación progresiva hacia la nueva situación. No obstante, existen casos complicados que llevan a una depresión mayor y en la que sea necesaria atención psicológica para superar el duelo.
En cualquier caso, el objetivo es asumir la pérdida y aceptar la realidad. En la elaboración del duelo, es decir, el transcurso de esté hasta la completa superación, podemos distinguir dos fases:
- Aceptación de la pérdida: Es importante que la persona que se encuentre en duelo sea consciente de la situación real. Es necesario aceptar que la persona fallecida no va a volver y que se ha de comenzar de nuevo sin esa vinculación que existía hacia la otra persona.
- Reestructuración existencial: Una vez que se ha aceptado la pérdida, es tiempo de rehacer la vida propia y ‘seguir adelante’. En esta fase se trata de recomponer la vida sin aquella persona que ha fallecido, compensando la perdida para hallar un equilibrio emocional y vital.
El tipo y duración del duelo varía enormemente en función de cada persona.Con carácter general este suele durar entre uno y tres años hasta que se consigue superar por completo la muerte y pasar el duelo. No obstante cada persona sufre el duelo de forma distinta, y se desarrolla con una intensidad diferente en función de diversos factores como la relación que había con el fallecido, circunstancias de la muerte, etc.
En cualquier caso, para superar por completo la muerte de un ser querido es imprescindible tratar de afrontarlo de la manera más abierta posible, hablando de nuestras preocupaciones, de lo sucedido y de la persona que se ha perdido, para liberar esos sentimientos que nos ahogan. Hay que darse tiempo para sentir el dolor y superarlo sin perder el interés por la vida propia. Y es que vivir tu vida no significa que te hayas olvidado de la persona que ha fallecido.
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