La pintura barroca española. Primeras consideraciones previas

Por Lparmino @lparmino

Ticio, 1632, de Juan de Ribera
Museo Nacional del Prado - Fuente


Nopuede dejar de extrañar que el Siglo de Hierro, el XVII, supusiese para el arteespañol el llamado Siglo de Oro. A comienzos del siglo, en una Europa convulsay rota por las interminables guerras de religión, España continúa manteniendo,a duras penas, su papel hegemónico en la política europea. Sin embargo, elinicio del siglo marca la pauta de una progresivo declive de un país incapaz desostener las glorias de una política excesiva en un continente que ya no eraprácticamente el suyo.

La pintura barroca española


Felipe IV, 1625, Velázquez
Museo Nacional del Prado - Fuente

Elagotamiento político empujó a la debacle económica, con unas arcas agotadas detanto esfuerzo inútil y un pueblo exprimido al máximo, con unas actividadesproductivas mínimas. Esta situación caótica en lo político y en lo económicocondujo necesariamente a una decadencia social. Comobien señala Domínguez Ortiz, es evidente que la aportación española durante elXVII al mundo de las artes es innegable y muchas veces insuperable; sinembargo, su aportación al mundo de la ciencia es básicamente nula. La sociedadse encuentra sumida en una ignorancia curada a base de un dogmatismo religiosollevado al extremo que encerró entre las sombras de la intransigencia toda luzde pensamiento español.Peroson precisamente estas cualidades las que aportan la especial personalidad delarte español de este siglo, en especial de la pintura. Pero ello no ha dellevarnos a engaños, a suponer una pintura barroca española pura y limpia detodo influjo exterior. Considerado lo señalado por Pérez Sánchez, la llamadaescuela barroca española, caracterizada por un realismo intransigente yviolento, no es más que el invento del ensoñador romanticismo decimonónico. España,en materia pictórica, no está aislada. Es cierto que el artista español apenasviaja a conocer la obra de sus contemporáneos europeos, excepción notable de Velázquez,Ribera y otros pintores menores; pero no por ello no conoce la producciónexterior. En Sevilla existe una importante colonia de comerciantes extranjerosque se hacen acompañar de sus estéticas y gustos. Circulan en los talleres losgrabados flamencos e italianos que sirven de modelo a los pintores españoles. Aello habría que sumar la inclusión de España en las redes políticas europeasdel momento, con posesiones desde Flandes a Italia. El ejemplo mássobresaliente quizás sea la llegada de Rubens en 1628 a la corte en Madrid comoembajador y el revulsivo que supuso su presencia en la pintura española delmomento, abriendo el camino hacia el barroco pleno. Por último, el propiocoleccionismo regio facilitó la presencia de una importante cantidad de pinturanórdica o italiana en los palacios reales, aunque su vista estuviese limitada aun grupo privilegiado de pintores.

In Ictu Oculi, 1670 - 1672, Juan de Valdés Leal
Hospital de la Caridad, Sevilla - Fuente

Yese supuesto realismo español que parecía definir la pintura barroca patria nolo es tanto como sugiere Pérez Sánchez. Quizás sea un realismo peculiar,impuesto por los dogmas derivados de los principios contrarreformísticosemanados de Trento y que en España encontraron tan profundo eco. Y precisamente,puede ser ese realismo el vehículo que los pintores españoles encontraron paratransmitir el mensaje religioso impuesto por el comitente que exigía purezadoctrinal y claridad en el encargo.Sonalgunas de estas consideraciones las que hicieron que el arte pictóricoespañol, salvo honrosas excepciones como la de Murillo, pasase al olvidoprácticamente con el fin del periodo. Si bien es cierto que cronológicamente elbarroco español se prolonga prácticamente hasta mediados del siglo XVIII, apartir de ese momento cae en el olvido de los expertos y de los entendidos.Considerado como un arte bárbaro, supersticioso, bruto y descarnado, en totaldesacuerdo con los principios académicos y el buen gusto refinado y edulcoradode finales del XVIII y principios del XIX. Habríaque esperar hasta que las vanguardias francesas de finales del XIX recuperasenel interés por estas creaciones, quizás en relación con la apertura de lascolecciones españolas al público, para su puesta en valor y su consideraciónacadémica. Esta es la razón esgrimida por Marías para afirmar lareconsideración de la obra de Velázquez a ojos de los impresionistas franceses.A partir de ahí, estudios, monografías y un largo etcétera en que, todavía hoy,se suceden las publicaciones y estudios acerca de la materia.LuisPérez Armiño

Bibliografía

DomínguezOrtiz, A. (1990): “Velázquez y su tiempo”. Velázquez.Museo Nacional del Prado. Ministerio de Cultura. Pp. 3 - 19Marías,F. (1993): Marías, F. (1993): “Velázquez”. Elarte y sus creadores, 19. Historia 16.PérezSánchez, A.E. (2000): Pintura barroca enEspaña (1600 – 1750). Manuales de Arte Cátedra. Madrid