La Plaza Del Diamante, es un monólogo basado en la novela homónima de Mercè Rodoreda, y que está considerada una de las obras mas influyentes de la literatura catalana. La obra nos cuenta la historia de Natalia, una mujer como tantas, viuda de la Guerra Civil que tantas penurias pasaron en el convulso primer tercio del S.XX en nuestro país, y que refleja a la perfección el carácter de estas abnegadas y sufridas mujeres.
La adaptación, va a cargo de Joan Ollé, gran conocedor del texto, y que condensa a la perfección la novela, logrando que todo aquello por lo que La Plaza Del Diamante sea tan querida no pase desapercibido, y que además no pierda entidad literaria. Ollé cuenta los momentos mas relevantes de la vida de Natalia-Colometa, pero consigue que la obra tenga una solidez argumental apabullante, y que resulte escrupulosamente respetuosa con el texto original. Estamos ante un texto mayúsculo que ennoblece al adaptador, y que como homenaje y declaración de amor hacia la novela de Rodoreda funciona a las mil maravillas.Lolita protagonista absoluta de la función me dejó sobrecogido. Su interpretación se basa en la contención y en la práctica inmovilidad de su cuerpo, un ejercicio dificílisimo para una actriz, máxime cuando además de seguir todas las directrices consigue llegarnos como Lolita nos llega, representa practicamente todo el espectáculo sentada en un banco de un parque, con las manos cruzadas sobre el regazo... el resto es pura magia. Su estupenda labor consigue que la creciente intensidad de su interpretación nos atrape de forma inevitable desde que abre la boca, con un medio tono templadísimo, bellísimo en su gravedad y tremendamente expresivo. Su Natalia es pausada, reflexiva, doliente y racial. Durante la primera parte del monólogo, literalmente en mi imaginación la veía bailar en las fiestas de La Plaza Del Diamante, algo que Lolita soberbia contadora de historias consigue gracias a su esforzado trabajo y su sensible creación que nos llega al corazón de forma implacablemente sincera. El astuto texto que empieza casi casi como una historia costumbrista va derivando de forma inclemente hacia la tragedia mas terrible a medida que se va acercando la Guerra Civil y la terrible Posguerra, llegando al paroxismo en el tremendo relato de la alucinación en la iglesia, donde una desesperada Natalia sobrepasada por los acontecimientos, hace una parada antes de ir a comprar el salfumán con el que pretende matar a sus hijos y después suicidarse, ya que la muerte por inanición parece inevitable. Lolita se abre en canal sobre el escenario de forma silenciosa (como su espeluznante grito) discreta y terriblemente humana, para dejarnos con el corazón en un puño hasta incluso después de acabado el espectáculo, en un mas que notable ejercicio interpretativo de una honestidad pasmosa, una enjundia psicológica tremebunda, y lo que es mas importante de todo, una sensibilidad y una verdad teatral que me conmovieron profundamente, su interpretación de gran calado y a la altura de las grandes trágicas actuales creo sinceramente que puede considerarse de referencia en nuestros escenarios. Chapeau por Lolita, la desaprovechada Lolita que una vez mas demuestra que es una artista como la copa de un pino en todos los palos que toca.
Espero ver mas veces a esta insuperable actriz en nuestros escenarios, y que nunca antes había disfrutado en directo, desde ya tiene en mi un ferviente admirador.En resumen, una propuesta diría que imprescindible para cualquier amante del teatro, que sirve como mayúsculo homenaje a tantas y tantas mujeres que sufrieron la historia de nuestro país de la forma mas terrible que nos podamos imaginar, y también como reivindicación de uno de los textos mas queridos de nuestra literatura mas reciente. Si esto no os parece poco, solo por ver la descomunal interpretación de su protagonista ya merece la pena acercarse al Bellas Artes a pasar una sobrebia velada de TEATRO así en mayúscula, que estoy seguro que tardaréis mucho tiempo en olvidar.