Se define como la presión media
en las arterias de un paciente durante un ciclo cardíaco y se considera un
mejor indicador de perfusión a los órganos vitales que la presión arterial
sistólica. Es una media que le dice al médico como el cuerpo está procesando la
sangre oxigenada que llega a los tejidos y órganos. Si es baja una persona
puede entrar en shock, y si es alta podría ser una indicación de que el corazón
tiene que trabajar mucho más de lo que debería causando estrés en el corazón
produciendo una enfermedad cardíaca avanzada, coágulos sanguíneos, ataque
cardíaco o accidente cerebrovascular. Si se mantiene los músculos del corazón
se agrandan, se vuelven más gruesos y ponen en peligro la vida. Cuando sube
rápidamente en poco tiempo los órganos pueden fallar. Los rangos normales de la
presión arterial media están entre 70 y 110 mm Hg. Se necesita un mínimo de 60
para proporcionar suficiente sangre para nutrir las arterias coronarias, los
riñones y el cerebro. Cuando cae por debajo de 60 durante un tiempo considerable,
los órganos pueden verse privados de oxígeno. Para calcular la presión arterial
media, hay que duplicar la presión arterial diastólica y este resultado sumarlo
a la presión arterial sistólica y luego se divide entre 3. Por ejemplo, si la
presión arterial de un paciente es de 90 mm Hg/ 60 mm Hg su PAM sería de 70 mm
Hg. Existen varias situaciones clínicas en las que es especialmente importante
monitorizar la presión arterial media. En pacientes con sepsis, los
vasopresores a menudo se valoran con base en el PAM o en pacientes con
traumatismo craneal o accidente cerebrovascular, el tratamiento puede depender de
este valor.