Aplazar los asuntos pendientes, o dejar para mañana lo que podrías hacer
hoy, es una costumbre muy humana conocida como procrastinación. Y es muy
habitual a pesar de que tiene un coste elevado, ya que los retrasos evitables
generan pérdidas de productividad, además de causar estragos emocionales,
principalmente mermando la autoestima. Científicos de la Universidad de
Constanza (Alemania) han estudiado a fondo la procrastinación y han llegado a
la conclusión que las personas se comportan así porque creen que el día de
mañana será más adecuado para poner en práctica lo planeado. Y también han
demostrado que la tendencia a procrastinar es menor si se plantea la tarea en
términos muy concretos y específicos. Es decir, las tareas que queremos que se
lleven a cabo mejor y a las que más importancia otorgamos son las que más
frecuentemente demoramos. Más que pereza, lo que hay detrás de la procrastinación es un
exceso de perfeccionismo.