Como vengo haciendo desde hace algún tiempo, este año también he querido compartir mi reflexión de “cierre de temporada” y de estreno de la nueva. El año que va acabándose ha sido para mí bastante nefasto desde el punto de vista de la creatividad, de la “producción artística” y de las oportunidades que he tenido para que mi obra vea la luz. He ido progresivamente asentándome en un bache de desconfianza de mis reales capacidades creativas que, sumándose al notable empeño tanto laboral como familiar, me ha relegado en un rincón de donde no es muy sencillo salir.
Sin embargo se dice que “el arte puede cambiar el mundo”. No estoy muy de acuerdo con esta afirmación, por lo menos, no lo puede hacer directamente pero quizás si por osmosis, porque el arte es sí capaz de cambiar la manera con la cual nosotros miramos y consecuentemente, la manera con la cual recordamos. El recuerdo crea ideas y las ideas normalmente crean acción; por lo tanto si educamos nuestra mirada a la belleza, nuestras actuaciones deberían ser dignas y esto por supuesto es un modo de cambiar el mundo.
Este concepto pero no puede restringirse solamente al “arte oficial”, aquella por la cual alguien se identifica como artista, haciendo lo que de acuerdo a un punto de vista compartido, se ha definido o se está definiendo como arte. El Arte tiene que ser libre, tiene que respirar.
Vivimos en un mundo plagado de discursos oficiales, ruedas de prensa sin la posibilidad de hacer preguntas, lugares comunes, prácticas institucionales; funcionamos con una sucesión de instantes que queremos que sean siempre de máxima intensidad. Muchísimos críticos de arte, curadores, coleccionistas y artistas están tan involucrados en este sistema, que se ha llegado a limitar la expresión artística a esquemas, a movimientos, a miles de “ismos” diferentes. Se llega a situaciones surrealistas en las cuales es necesario leer largas explicaciones conceptuales para poder entender una pieza artística, olvidando que lo primero en ellas es la emoción (he dicho emoción y no sensación) que llega a quien la observa desde la inspiración del artista.
Así que tenemos que pensar que en la categoría “arte” hay mucho más de lo que el “sistema” actual imagina o considera como tal; el arte se origina más allá del lenguaje y de la lengua. Por esta razón, cualquiera que con sensibilidad y guiado por su propia fuerza abrumadora interior, quiera proponer algo, tiene el derecho a hacerlo y a ser “escuchado”.
A ver si el 2017 nos mostrará los primeros signos de esta revolución del “arte marginal” y libre. Hay que ponerse en marcha y, antes de todo, pensar (porque solo si pensamos, conseguimos tener en mano las riendas de nuestra vida) y luego crear, hacer, crear, hacer; antes de todo por nuestra propia satisfacción y realización y posiblemente nunca pensando a los “likes” a los “retwits” a los “trending topics” y en hacerse “viral en la red”.
Buon Natale e Felice 2017 a todos los lectores frecuentes u ocasionales de Photosatriani y gracias por continuar a estar allí.