La rueda de las emociones

Por Alberto Barbero @albarbero

Lo que ves aquí arriba es la llamada ·»rueda de las emociones». Recientemente «twiteada» por ASESCO , me parece una herramienta interesante que también me gustaría compartir aquí con la intención de que puedas «jugar» con ella y ver si te aporta algo.

Recordando cosas básicas que todos sabemos, conocer mejor nuestras propias emociones es el paso previo para hacernos competentes en esto de ser sensibles a las emociones de las demás personas y así poder considerarlas y/o gestionarlas de una forma efectiva. Por el contrario, es muy difícil desplegar más atención e interés sobre otras personas si somos ciegos a nuestras propias emociones.

En qué consiste la rueda de las emociones

Uno de los primeros pasos para la gestión emocional consiste en sentir y etiquetar la emoción. En el núcleo partimos de seis emociones base: Miedo, Ira, Tristeza, Sorpresa, Alegría y Amor. A partir de identificar nuestra emoción básica, podemos «afinar» nuestra emoción en un segundo nivel de 36 o un tercero de 72. Si pruebas, ya verás cómo no es tan fácil como parece… al principio.

Así, usando habitualmente la rueda durante un tiempo, simplemente acostumbrándonos a etiquetar matices, podemos mejorar nuestro lenguaje emocional y, de la misma, la comprensión de nuestra riqueza emocional.

Una «tabla de ejercicios» del «gimnasio» emocional

Un poquito más allá de lo anterior, una forma seria de sacar jugo a la rueda de las emociones podría ser usándola como una tabla de ejercicios, con una pauta de frecuencia y disciplina:

  1. Empezar dedicando un poco de tiempo -por ejemplo, 5 minutos al finalizar cada día- para recordar y anotar en una pequeña tabla las principales emociones que he sentido.
  2. A la derecha de cada emoción, puedo indicar si he tenido con ella alguna sensación física (por ejemplo, calor en la cara, aceleración del pulso, evitación de contacto visual, etc.).
  3. También puedo indicar en qué situación estaba y con quién.
  4. Más a la derecha… Qué pensaba, qué he dicho y qué he hecho.
  5. Finalmente, si concluyo que me gustaría cambiar lo que surge del punto anterior (mi emoción o conducta), la pauta sería cuestionar si mi forma de pensar ha sido objetiva o exagerada. Y en este último caso, formular un pensamiento alternativo que me ayude a «reprogramar» mis emociones en situaciones futuras análogas.