The patients are witnesses of the jamming of their professionals who increasingly look them less centered as they are on the screens of their computers to meet the uncountless demand for data that their managers force them to fill.
This situation worsens the overdose of diagnostic tests and various treatments that society receives, in adittion to patients increasing their own sense of discomfort and doctors being increasingly offside. It is much simpler to put a pill on than to take it off, to send an unnecessary test than to explain why it is not indicated.
The Communication and Health congress (sponsored by the Spanish Society of Family and Community Medicine) took place recently, where the tenacity of the 450 attendees navigating against the tide should be highlighted: betting on better communication inside and outside the consultation, trying to develop more empathy and compassion and committing themselves to pay the maximum attention to their patients they are capable of. It is necessary to be brave for not being carried away by the powerful current that prevails in a society of knowledge where profit and personal benefit are the main values. Perhaps that is why it is important to pursue that point of groundbreaking creativity that has possessed those who in each era have been able to see a little beyond the common gaze.
Among the battalion of doctors, nurses, residents and other participants was a twenty-month-old girl, a vehement sign that in times of darkness a weak flame is enough to overcome the densest darkness. Children remind us of that inner force that launches everyone into the world with the intention of understanding it.
Will health professionals be able to get out of the astonishment into which the circumstances of modernity have brought them? I am not able to answer, but I can venture that depending on what the answer is, so will be the relationship we have or not with the disease and the vital crises to come.
Al igual que ocurrió con aquel rey que llamaron pasmado hoy la historia se repite dentro de la piel de muchas instituciones que parecen haberse quedado en Babia. Aunque en apariencia nuestra sanidad parece tener buena salud, las pruebas indican que sufre de diversos y deletéreos males. Padece un cáncer de gestión que consume incontables recursos, una insuficiencia hormonal de liderazgo y un ensimismamiento cognitivo producido por la sobrecarga asistencial de sus profesionales, la obsolescencia y estulticia de los programas informáticos y el empacho de burocracia imperante, entre otras causas.
Los pacientes son testigos del empastelamiento de sus profesionales que cada vez les miran menos a la cara centrados como están en las pantallas de sus ordenadores para atender la demanda incansable de datos que sus responsables les obligan a cumplimentar.
De este modo aumenta la sobredosis de pruebas diagnósticas y de diversos tratamientos que la sociedad recibe, por una parte por aumentar su propia sensación de malestar y por otra por estar los médicos cada vez más a por uvas. Y es que es mucho más sencillo poner una pastilla que quitarla, mandar una prueba innecesaria que explicar por qué no está indicada.
Recientemente ha tenido lugar el congreso Comunicación y Salud, (auspiciado por la Sociedad Española de Medicina Familiar y Comunitaria) donde cabría destacar la tenacidad de los 450 asistentes por navegar contracorriente: apostando por comunicar mejor dentro y fuera de la consulta, tratando de desarrollar más empatía y compasión y comprometiéndose a prestar la máxima atención de la que son capaces. Hay que ser valiente para no dejarse llevar por la potente corriente que prevalece en una sociedad del conocimiento donde medran el lucro y el beneficio personal como valores principales. Quizá por eso sea importante perseguir ese punto de creatividad rompedora que han poseído los que en cada época han podido ver un poco más allá de la mirada común.
Entre el batallón de facultativos, enfermeras, residentes y demás participantes había una niña de veinte meses, signo vehemente de que en tiempos de oscuridad basta una débil llama para vencer la tiniebla más densa. Los niños nos recuerdan esa fuerza interna que nos lanza hacia el mundo con intención de comprenderlo.
¿Podrán los profesionales de la salud salir del pasmo en el que las circunstancias de la modernidad les han metido? No soy capaz de responder, pero sí de aventurar que dependiendo de cual sea la respuesta así será la relación que tengamos o no con la enfermedad y las crisis vitales por venir.