Relato de viaje. El País de Yebala, parte II:
Las dos horas de retraso de diferencia con respecto a nuestro horario europeo ni siquiera la notamos más allá de una sensación lumínica solar. Mucho más contrasta percibir otra diferencia, la que nuestros ojos reciben al comprobar una realidad clara: ¿cómo es posible que, tan sólo en catorce kilómetros casi, se note tanto traspasar de un mundo a otro? El enorme cambio, la gran transformación llevada a cabo en España en los últimos cincuenta años se comprende aquí especialmente. El constante progreso habido en mi país contrasta con la parálisis reticente de este pueblo singular. Por ello, a pesar de la importancia de la hora como referente necesario para vivir en un lugar concreto, decidimos seguir utilizando nuestras dos horas añadidas europeas.
Aquí, ahora, sin cambiar las manecillas del reloj podemos incluso llevar a cabo nuestra vida. Tal es el inexistente motivo necesario para poder realizar todo lo preciso para recorrerlo con nuestros sentidos europeos. Es como viajar en el tiempo mucho atrás, ¿para qué se requiere entonces adaptar el tiempo en un mundo en el que el tiempo no se ha adaptado? Cincuenta años tal vez es la diferencia entre España y Marruecos. Pero esto no es extraño. Este mismo tiempo es el que existió hace esos mismos años entre, por ejemplo, España y Francia. Hoy, sin embargo, España ha conseguido igualarse a Francia después de ese tiempo. ¿Conseguirá Marruecos lo mismo con respecto a España dentro de cincuenta años? Lo dudo mucho.
A la mañana siguiente Abdul, el taxista pactado, nos esperaba con su destartalado mercedes para llevarnos a Xauen. Ciento treinta kilómetros aproximadamente de distancia desde Tánger. Soportamos casi tres horas llevaderas de viaje gracias a un paisaje fascinante. Éste cambia sorprendentemente. Del árido y brillante al verde, sosegado y hasta refrescante entorno transitamos a lo largo de la carretera. A mitad casi del camino se encuentra la colonial y curiosa ciudad de Tetuán. Antigua capital del Protectorado español en Marruecos, la histórica urbe norteafricana está situada a los pies de una ladera montañosa, lo que le ofrece un clima templado que, supongo, hizo decidir, además de su céntrica situación, a los españoles de entonces para que fuese la capital administrativa y militar de su colonia. Aún las decadentes leyendas en español se observan en los edificios construidos a principios de los años del Protectorado, que duró desde 1913 hasta 1956. Es una delicia detenerse en la plaza de España y sentir como se dirigen a nosotros todos los improvisados guías en casi un perfecto castellano.
Luego seguimos hasta Xauen. Ahora hay que subir y subir cuestas con el destartalado mercedes, que se calienta como nosotros ahora ante el Sol hiriente y desaprensivo del Marruecos septentrional. Xauen fue una ciudad santa musulmana durante unos 1250 años casi, hasta 1920. Ningún ser humano blanco o infiel pudo traspasar las murallas de su perímetro. Así que hasta que los españoles no entraron en ella un 14 de octubre de 1920, sus casas y sus colores azules y blancos no fueron admirados por ojos distintos a los rifeños o bereberes nativos. Es Xauen un lugar único, pequeño pero grandioso, distante pero cercano con el extranjero. También aquí es fácil comunicarse en español, sobre todo con los comerciantes avispados, que no pierden la ocasión de invitar a un té moruno con la poco escondida estratagema de mostrar sus alfombras y sus productos al sorprendido y maravillado turista, que, como nosotros, mirábamos atentos las prodigiosas moquetas, hechas a mano y llenas de colores y tonalidades sólo concebidas por este pueblo cohibido en otras manifestaciones de sus vidas, no en los cromáticos, desinhibidos y vibrantes reflejos artísticos de sus alfombras multicolor.
(Continuará...)
(Cuadro del pintor sevillano Ricardo López Cabrera, 1864-1950, Marruecos; Fotografía del puerto de Tánger al amanecer, 7 horas 11 minutos hora española, 5 horas 11 minutos hora marroquí, agosto 2011; Otra fotografía del puerto de Tánger al amanecer, 2011; Fotografía de una plaza de Tánger, algunos fieles tumbados en el cesped descansando muy temprano por la mañana, cuando el Ramadán les obliga a no tomar absolutamente nada, ¡ni agua!, 2011; Imagen fotográfica de parte de la ciudad de Tetuán al borde de la ladera montañosa, 2011; Fotografía de un antiguo colegio español en Tetuán, 2011; Fotografías de Xauen, calles pintadas de azul, ocre y blanco, 2011; Fotografía panorámica de la ciudad de Xauen, 2011; Imagen fotográfica de una mujer lavando con sus pies, a orillas casi de un manantial de agua muy fría, Xauen, 2011.)