Solía pensar que la peor cosa en la vida era terminar solo. No lo es. Lo peor de la vida es terminar con alguien que te hace sentir solo (Robin Williams).
La soledad de las personas mayores es un asunto que aparece de forma frecuente en los medios de comunicación. ¿Qué hay de realidad en todo esto? ¿Es un mito la soledad de las personas mayores, o es una realidad patente en nuestro país?
Las estadísticas hablan de un porcentaje cada vez mayor de personas mayores que viven solas, sin nadie a quien acudir o que les ofrezca apoyo social. Muchas de estas personas no tienen familia, si la tienen vive lejos, o tienen un círculo social reducido o nulo. Junto a esta situación de precariedad social, en ocasiones encontramos además una importante escasez de recursos de tipo material y económico. Este panorama resulta desolador.
¿Podemos estar acompañados y sentirnos solos?
Me gustaría hacer referencia también a qué ocurre cuando estamos rodeados por una multitud, o tenemos un círculo social amplio, pero nos sentimos solos.
La soledad no representa solo una situación de compañía física, sino también un sentimiento. Este no depende de cuán grande sea nuestra red social, sino de la calidad de las relaciones y nuestra satisfacción con ellas.
Cuando hablamos de las personas mayores, la discriminación por edad (edadismo) puede influir en su nivel de participación social. Quizá la persona mayor viva en una comunidad que pudiera resultar enriquecedora, pero se siente excluida.
Los prejuicios hacia las personas mayores pueden limitar su participación en la sociedad, promoviendo la reclusión en sus casas, el aislamiento social y, por tanto, los sentimientos de soledad.
¿Qué podemos hacer?
Podemos favorecer la participación de las personas mayores en nuestra sociedad, a través de diferentes acciones. Con ellas, quizá podamos reducir la presencia de la soledad en sus vidas.
1. Desterrar los estereotipos.
Los prejuicios y mitos sobre las personas mayores, como os decía, contribuyen sobremanera a su aislamiento social. Un cambio de actitud pasa por observarlas de forma objetiva, teniendo en cuenta cómo es cada persona individual, sin tratar de establecer generalizaciones.
2. Valorar su aportación a la sociedad.
Como personas de edad, con años de experiencia vital a sus espaldas, tienen un gran valor que aportar a nuestra sociedad. Cuentan con un gran bagaje de conocimiento práctico de la vida, y de aquello a lo que la han dedicado.
3. Facilitarles el acceso a la sociedad y sus recursos.
Promover la participación social de las personas mayores pasa también por generar recursos de los que puedan disponer (de todo tipo), a los que tan fácil acceso y que les puedan resultar de utilidad. Por ejemplo, recursos económicos, educativos, sociales, de acceso a la actividad política, al voluntariado, etc.
4. Organizar eventos y actividades que puedan resultar de su interés.
Actividades organizadas por agrupaciones e instituciones que tengan en cuenta los intereses, gustos y posibilidades de las personas mayores, no solamente de otros grupos sociales. Por ejemplo, actividades de ocio y tiempo libre, educativas, de voluntariado, de tipo político, etc.
Las personas mayores representan un activo más de nuestra sociedad, con gran valor y mucho que decir. Permitámosles formar parte. Fomentemos una sociedad positiva, abierta y solidaria.