🔔 Terapia Gestalt Online en tiempos del Covid-19
Ante el riesgo aun persistente, y hasta que se controle la pandemia he optado por mantener las sesiones online como una alternativa a los encuentros presenciales, una modalidad no necesariamente peor y en beneficio de todos.
La soledad es difícil de definir y la interpretación de este término no es sencilla ya que abarca una amplia gama de variantes, aparentemente contradictorias e implicadas en las emociones: la soledad impuesta por las circunstancias, la soledad buscada cuando se necesita, la soledad existencial asociada a un vacío emocional, etc.
¿La soledad nos puede hacer enfermar?
Por definición, el ser humano es sociable por naturaleza. Necesita relacionarse con su entorno y con las personas que lo habitan. El óptimo desarrollo de su personalidad y su bienestar psíquico y físico dependerá de su capacidad para mantener unas relaciones interpersonales saludables. Sin embargo, del mismo modo que siente necesidad de tener compañía, también es propenso a experimentar la soledad, un sentimiento que está presente desde el momento del nacimiento (cuando el bebé busca con el llanto el contacto con la madre) y forma parte de su desarrollo como persona consciente de su ser y de su finitud.
Algunos identifican soledad con tristeza y desamparo, algo cierto si consideramos la de veces que se asocia a la sociedad con sentimientos de vacío y de ausencia. Sin embargo, también podemos vincular la soledad con la elección personal de quienes recurren a la introspección en su busca de un sentido a la vida.
Como consecuencia de estas apreciaciones podemos considerar que la soledad no es buena ni mala, ni tampoco es siempre un problema, sino una dualidad cuya interpretación va a estar en función de cómo surge, del impacto que tiene en nuestras vidas, y del modo que la asumen quienes la sienten. Si la soledad es deseada y buscada la consideraremos como un sentimiento de libertad, mientras que si es impuesta se convierte en problema capaz de dañar el estado de ánimo.
En su doctrina filosófica, Schopenhauer exhorta al ser humano a disfrutar de la propia soledad renunciado a diversiones y al ansia de posesiones, evadiéndose de los demás hombres en una oposición a su instinto de sociabilidad. Sin embargo, antropológicamente, la soledad es un estado de falta de compañía frecuentemente asociado a la pesadumbre.
Desde su nacimiento, el niño necesita la compañía del adulto (fundamentalmente la madre o quien la sustituya como figura de apego) en las distintas etapas de su crecimiento. Precisa tener cerca a alguien que le observe y se interese por sus necesidades, tanto físicas como emocionales, y así poder atenderlas. Este requerimiento de supervisión y de compañía va vinculado con la supervivencia de la especie y, aunque parezca contradictorio, la soledad actúa como un mecanismo de alerta para que nuestras relaciones con los demás sean fructíferas. Al llegar a la edad adulta, si uno mismo no se atiende y escucha a sí mismo con el mismo énfasis que siendo niño reclamaba que lo hicieran los demás, tenderá a experimentar sentimientos de soledad.
La soledad no sólo surge ante la ausencia de contactos sino también cuando fallan las conexiones con uno mismo. Una buena relación consigo mismo ayuda a superar el miedo a la soledad. Muchas veces, el miedo a estar sólo surge como consecuencia del miedo a encontrarse consigo mismo. Igualmente, la sensación de soledad aun teniendo compañía, va asociada a una relación con nosotros mismos plena de exigencias imposibles de satisfacer. Esto conduce a contemplarse con recriminación e intolerancia, lo que conlleva a considerarnos una mala compañía para nosotros mismos.
Tomar conciencia de la imposibilidad de ser perfectos puede ayudar a aceptar la realidad con nuestras carencias y flaquezas. Reconocer nuestras miserias, nuestras faltas, nuestros errores y todo aquello que no nos gusta de nosotros mismos, aunque resulte doloroso puede hacernos sentir más libres y empáticos, lo que facilitará que nos relacionemos con mayor fluidez y tolerancia, nos predispondrá a conocernos mejor, y hasta nos predispondrá a recurrir a la soledad introspectiva como una opción que beneficie el modo en que compartimos nuestra vida con el otro.
Un caso aparte es el de las personas dependientes, por lo general incapaces de soportar la soledad y obsesionadas por ser queridas y cuidadas por el otro. Los dependientes suelen dudar de su valía y hasta de su derecho a ser amados. Sienten miedo ante la idea de conocerse tal cual son, rechazan la soledad y buscan que sea el otro quien se encargue de ellos.
En suma, podemos concluir que la soledad no es necesariamente mala, ya que en ciertos aspectos nos ayuda a conocernos mejor y a disfrutar de los demás al igual que de nosotros mismos cuando entendemos nuestro mundo interior y aprendemos a estar solos sin sentirnos desamparados. Esto es lo que se conoce como soledad positiva según veremos a continuación al describir los distinto tipos de soledad.
"La valía de un hombre se mide por la cuantía (Friedrich Nietzsche)de soledad que es capaz de soportar"
Tipos de soledad
La soledad según el contexto del ámbito:
Esta soledad consiste es sentirse aislados de un grupo, tanto si se pertenece a él como si no. Se manifiesta cuando las personas de nuestros entornos cotidianos nos rechazan o ponen trabas para admitirnos en su círculo. La consecuencia es una falta de relaciones sociales y una ausencia de personas en quienes poder depositar la confianza. La consecuencia es un sentimiento de exclusión, lo que predispone a recluirse en el mundo interior, genera angustia, e incita a vivir en soledad.
Es una soledad restringida a un solo contexto o ámbito concreto. Por ejemplo, sentirse solos en una relación de pareja y mientras tanto disfrutar de unas buenas relaciones en otros entornos. Otro ejemplo sería sentirse solos en el trabajo por no tener allí amigos o conocidos, pero no en ningún otro ámbito.
Es una soledad instalada en todos los ámbitos de la vida y no en un solo contexto. Suele afectar a personas con carencia de interacción social en todos los ambientes en los que transcurre su vida, bien porque evitan los contactos o porque carecen de vínculos.
La soledad según el contexto del tiempo:
Es la soledad que se experimenta durante un determinado lapsus de tiempo, por ejemplo tras la muerte de un ser querido, tras una ruptura de pareja, o como consecuencia de perder una amistad. Otras causas frecuentes son la soledad que aparece al incorporarse a un nuevo trabajo con gente desconocida, o cuando se realiza un traslado de residencia a otra ciudad o a otro país.
Esta soledad es pasajera y finaliza cuando se supera duelo (en los casos de pérdida) o al conocer y conectar con nuevas personas (al anexionarse a nuevo ambiente).
Es aquella que se instala de un modo permanente en nuestras vidas. No es la consecuencia de una causa concretas, sino de los propios miedos y conducta. Esta es la soledad que se surge como consecuencia de ciertos acontecimientos del pasado y por temor a posibles daños al entablar relaciones. La soledad crónica tiende a instalarse como un modo de vida y no permite contemplar una opción de cambio a corto plazo.
La soledad según las emociones y el mundo interior:
La soledad emocional aparece cuando nuestros vínculos no nos aportan un apoyo de calidad. En estos casos, pese a estar rodeados de personas, no se tiene la sensación de ser comprendidos, ni tampoco la de estar acompañados ni gratificados emocionalmente.
La soledad emocional está relacionada con el entorno y es el tipo de soledad más frecuente. La causa es una carencia de apego con los demás y se manifiesta ante la necesidad de ser escuchados y comprendidos y al buscar apoyo sentir que no se tiene a nadie.
Esta modalidad de soledad suele aparecer tras el trauma de una ruptura de pareja, la desavenencia con un amigo o la pérdida de un ser querido. Como consecuencia produce sentimientos de inseguridad, tristeza e incomprensión que fruentemente abocan en cuadros de ansiedad y depresión. La soledad emocional se diferencia de la soledad transitoria en que aquella es pasajera mientras que esta genera un trauma y cursa con sentimientos de incomprensión, tristeza e inseguridad.
Esta es la soledad más trascendental, también la más filosófica y profunda, pues repercute en las facetas más íntimas que confieren sentido a nuestra existencia. En este tipo de soledad, hay una sensación de desconexión con todo y con todos, así como un vacío imposible de llenar debido a un cúmulo de necesidades insatisfechas.
Quien sufre esta soledad se plantea dudas existenciales: ¿Qué nos conecta con el resto de personas? ¿Cuál es el motivo de la existencia? ¿Qué hay después de la muerte? Cuestiones que en algún momento de la vida todos llegamos a formularnos, al menos alguna vez, en busca de nuestra esencia.
Aunque genera profundos sentimientos de malestar e inquietud, la soledad existencial bien enfocada puede ser positiva para algunas personas que, a través de ella, experimentan una desconexión con el mundo que les propicia un crecimiento personal y emocional al conseguir entablar una relación con el interior del propio yo y poder estar solos sin sentir soledad.
Algunas estrategias para combatir la soledad
Conocer cual es el tipo de soledad que se atraviesa es provechoso para diseñar una estrategia de actuación. De entrada, será conveniente precisar si el sentimiento de soledad se debe a la ausencia de un grupo con quien compartir experiencias y pareceres, o bien si lo que se echa en falta es un auténtico amigo o una relación amorosa.
En muchas ocasiones, quien se siente solo es en realidad una persona tímida y su soledad una consecuencia de la vergüenza y el retraimiento propios de la timidez.Hay casos en los que el solitario asume un papel de víctima que en nada beneficia al modo de resolver su soledad. El subconsciente de estos solitarios tiende a asumir la forma en que se han relacionado a lo largo de su vida como la única posible, sin tener en cuenta que hay muchos mas formas de socializarse, y aceptar que esas otras formas existen puede ayudar a encontrar estrategias nuevas de socialización.
Otras veces, independientemente del tipo de soledad que se sufre, es provechoso asumir la soledad como una etapa o fase transitoria de nuestra vida de la que se puede salir redescubriéndose a si mismo, reflexionando y concediéndose una oportunidad al cambio.
Para sentirse solos no es necesario haya un aislamiento social objetivable como pueda ser vivir solos, sin pareja, sin amigos y sin recibir visitas. Hay personas que llevan una vida completamente solitaria y no se sienten mal por ello, mientras que otras, aun estando rodeadas de gente se sienten solas e incomprendidas.
No es lo mismo estar solo que sentirse solo. El primer caso no tiene porque constituir un problema mientras que el segundo sí. El sentimiento subjetivo de soledad guarda más relación con el grado de satisfacción en las relaciones que con la frecuencia que se mantengan contactos. Ser conscientes de la sensación de soledad y, obviamente, encontrar su origen, será de gran ayuda para poder combatirla, sobre todo si se cuenta con una adecuada ayuda psicoterapéutica.
Ya para finalizar, consideremos que la soledad no siempre genera sufrimiento. Hay personas que buscan la soledad como una valiosa consejera para tomar decisiones importantes en los momentos cruciales de sus vidas. Elegir la soledad en ciertas circunstancias puede ser fructífero y también terapéutico.
"Hay cosas peores que estar solo, pero a menudoClotilde Sarrió - Terapia Gestalt Valencia
toma décadas darse cuenta de ello, y más a menudo,
cuando esto ocurre, es demasiado tarde
y no hay nada peor
que un demasiado tarde."
Imagen: Pixabay