En esta última parte de El ciclo de la Luna Roja vamos a descubrir que casi todos los personajes tienen su lado bueno y su lado malo; todos se van a mover en una escala de grises, nada de blanco y negro; todos evolucionan y se vuelven más complejos. Los cambios son tan sutiles en algunos que no nos damos casi cuenta de lo que la Luna Roja les está haciendo. Algunos no aceptarán lo que ésta ha provocado en ellos, y otros no tendrán ningún reparo en adaptarse a sus nuevos cuerpos y poderes. También en esta entrega final comprenderemos que, si bien los personajes viven rodeados de peligros, en realidad ellos mismos pueden llegar a convertirse en sus peores enemigos debido a sus fuertes sentimientos de miedo u odio. Además, descubriremos que no sólo los cosechados tienen su historia, sino que el Consejo Real, los habitantes de Rocavarancolia y hasta la propia ciudad, tienen un pasado y un presente dignos de ser revelados; de hecho sus historias a veces lograrán que nos decantemos por algunos de ellos. Por otra parte, José Antonio Cotrina no se anda con chiquitas ni miramientos: hay momentos malos e incluso muy malos, y otros que nos harán hasta sonreír. Eso sí, nada de encariñarse con todo el elenco, porque no todo el mundo llegará vivo al cierre de la historia. Por eso mismo, porque sabía lo que podía pasar, me prometí a mí misma que no me encariñaría con ninguno de los personajes, pero es que Héctor y Bruno me han conquistado desde las primeras páginas y he sufrido con ellos hasta el final. Unos grandes personajes donde los haya y con una evolución increíble. También guardo especial cariño por Dama Sueño y Esmael, y tengo que decir que este último ha llegado a impresionarme en un momento crucial. Y qué decir de Rocavarancolia, la ciudad que toma vida entre las páginas convirtiéndose en un personaje más, que vive y se transforma a la vez que los cosechados o el propio Consejo Real. Las diferencias entre la ciudad que conocimos al principio y la que abandonamos al cerrar la trilogía son sutiles pero esenciales. Ah, y da igual que digan que el amor no tiene cabida en Rocavarancolia, de eso nada, porque algún día el amor moverá al mundo; de momento está moviendo ciudades.
Con una escritura inteligente y muy ágil, Cotrina ofrece en esta novela el cierre de unas de las mejores trilogías fantásticas que se han escrito en este país y que yo haya leído nunca. De hecho hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto de un libro, y lo que es mejor: incluso después de haberlo devorado y terminado, todavía pienso en él y sigo asimilando todo lo acontecido. No me cabe duda de que en un futuro no muy lejano releeré esta historia de principio a fin, porque una vez que se conoce Rocavarancolia es imposible olvidarla.