Suena a decepción, ¿verdad? Pero tristemente parece que es la realidad. Hace varios años los grandes eventos empezaron a necesitar armarse de muy buenas razones para poder seguir celebrándose, dado que por sí mismos no lograban ser capaces de transmitir el valor necesario para justificar la necesidad de importantes cantidades de inversión económica. Fue entonces cuando descubrieron que un intangible al alza era la sostenibilidad y por tanto, sería buena idea incorporar compromisos con la sostenibilidad para conseguir apoyos, tal cual fue el ejemplo de Londres 2012.
Ahora bien, lecciones y aprendizajes de esos Juegos Olímpicos, a priori parecía que muchos, no ya sólo porque hasta la omnipresente ISO desarrollara una norma de organización de eventos sostenibles ex profeso para este evento deportivo, sino porque parecía que desde ese momento todos los eventos, y sobre todo los de mayor tamaño e importancia, empezarían a contar con estrategias y acciones de sostenibilidad en su desarrollo. La de veces que habremos oído esto, incluso en el seno del Comité Olímpico Español y también como coartada de las sucesivas intentonas para celebrar unos juegos olímpicos en Madrid, elevando el greenwashing a la excelencia, pero sin embargo, parece que no llega el día en el que la Vuelta a España, el pasado MundoBasket y cualesquiera de los grandes eventos que se celebran, acabe por creer en su capacidad para ser un altavoz de fomento de la cultura de la sostenibilidad desde el ejemplo.
De hecho un ambito como son los festivales de música parece haber tomado la delantera en este tipo de iniciativas de sostenibilidad, aunque a veces haya algún que otro desengaño y quede en evidencia que no se trata de un compromiso que vaya mas allá del decorado, sin pensar en la sostenibilidad desde la óptica del legado que dejarán el día después de que termine el evento.
Esta semana una gráfica ha venido a avivar esta polémica. Una imagen para representar el número de fallecidos directamente en las obra de construcción de recintos para los últimos grandes acontecimientos deportivos celebrados a nivel mundial. Escalofriante.
Si ya en su momento el Mundial de Brasil fue muy cuestionado porque lo se planteaba como un ejemplo de sostenibilidad acabó evidenciando que al final muchos aspectos sociales no tienen cabida en la su particular definición de sostenibilidad, parece que no es que haya lecciones aprendidas a partir de este evento y va camino de superar cualquier record negativo que pudiéramos marcar.
Nuevamente entra en juego un elemento que, por desgracia, no siempre se incorpora al hablar de sostenibilidad: la ética. No esperamos que un organismo tan corrompido y corrupto como la FIFA sea precisamente un abanderado de estas cuestiones, ni tampoco estados que no se caracterizan por su respecto a los derechos humanos, a partir de ahí ni hablamos. Y puede que el problema sea ese, pensar que estos eventos puedan ni de lejos llegar a plantear cuestiones como la sostenibilidad o la dignidad en materia laboral.
Está claro que la imagen de “todo vale por el espectáculo (y el dinero)” es el principal mensaje que va a lanzar este evento, ahora bien ¿no tiene nada que decir al respecto el mundo del deporte en general y del fútbol en particular? Y la industria de los eventos, ¿no cree que es momento de poner sobre la mesa otra manera de organizar estas acciones de comunicación donde tengan mayor peso otras cuestiones mas allá del precio, la rapidez y la espectacularidad, acaso no hay sitio para los valores? En ambos casos, mirar para otro lado no es sino dejar que destaquen los ejemplos negativos y perder una oportunidad de cambiar a mejor, a una forma de comunicación con valores, algo que puede que ahora no sea valorado y solo sirva para dificultar (encarecer piensan algunos/as, ay si supieran) cuando, sin embargo, en futuras generaciones será la única forma aceptada de hacerlo, por lo que ya pueden ir cambiando.
Frente a esto, hay que seguir reivindicando una nueva cultura de sostenibilidad aplicada a los eventos y la comunicación, que estas herramientas de comunicación sean el soporte para mensajes de sostenibilidad siendo a la vez ejemplos de puesta en práctica de la misma, algo que se construye sobre en torno a una estrategia definida y modelos de gestión que ayuden a conseguirla. Y desde el otro lado, se empieza a demandar ejemplos concretos, claros, sencillos y transparentes de estos compromisos con la sostenibilidad, tal y como se refleja en el estudio que anualmente hacemos desde Sostenibilidad a Medida. ¿Lo compartes?
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