La tecnología no es neutra

Por Gonzalo

Una de las primeras reflexiones que recuerdo de mi época de estudiante es aquella que dice que un invento, un artefacto, una tecnología, un artilugio, una máquina, etc, no es ni buena ni mala en sí misma; lo que determinará su beneficio o su perjuicio es el uso que se le dé.

Esa idea me convenció en mi adolescencia. Y quedó por ahí, aletargada en mi cerebro, como tantas otras convicciones, hasta que me he parado a meditar sobre ello. Y no, no estoy de acuerdo. Mejor aún, estoy absolutamente en desacuerdo. La tecnología no es neutral ni inocua. No es inocente. Es más, retomando la idea, que parece provenir del más absoluto relativismo, me resulta sorprendente que me convenciera más allá de la etapa de puro crecimiento.

Como todo en esta vida, la tecnología guarda una estrecha relación con el dinero que la financia. Es decir, la tecnología está al servicio de las personas o grupos que ponen el dinero para la investigación que la hace posible. El investigador no es dueño absoluto de su conocimiento, de su saber, pues con éste, y sólo con él, no podría conseguir materializar sus ideas, sus sueños, sus proyectos. Así pues, se ve forzado a transigir, a plegarse a los deseos de quien paga. De tal suerte que la idea original ha de adaptarse a las necesidades del que pone sobre la mesa los recursos necesarios. Y no sólo esto, sino que la mayor parte de las veces la idea, el proyecto, también pertenece a quien paga, el investigador es, simplemente, un empleado, un factor más de ese proyecto.