Nos preguntamos porqué en momentos de celebración, de alegría las personas cambian las sonrisas y las carcajadas por lágrimas y dolor. Nos hacemos preguntas, la mayoría de ellas retóricas, sobre el cómo, el cuándo y el porqué de conductas inexplicables.
La temporada no es la que te lleva a la depresión, no es que sufres con lo que otros gozan, ni tampoco es que le das más valor al tiempo pasado. Es que simplemente prefieres ver el vaso medio vacio. Es que prefieres añorar lo no vivido, lo que pudo ser, lo que quizás te habría hecho sonreir en vez de recordar con una sonrisa lo vivido, lo disfrutado, lo aprendido.
Es que le restas importancia al futuro y sólo piensas en el ahora. Es que no le tienes fe ni al futuro, ni a lo que la vida te tiene como regalo. En la temporada de navidad recordamos el momento más hermoso de la vida, el nacimiento, la apertura a una nueva oportunidad. No sólo es recordar el nacimiento del Niño Dios, es ver que a través de ese evento se abren las puertas del universo al amor, a la esperanza. Al crecimiento de la fe.
Si ves en la temporada un simple momento que ya no es igual al de ayer, si sólo ves el brillo, el color y las luces que prenden y apagan sin ningún sentido, pues la temporada pasará sin pena y sin gloria. Con más añoranza que esperanza. Pero si observas que los ojos se iluminan, que es el mejor momento de reflexionar, que es el recordatorio que hay nuevas oportunidades de sanarte, de crecer, de vencer y de triunfar. Que hay nuevos motivos para salir adelante y que la vida es un regalo eterno de Dios. Te darás cuenta de lo inmenso del amor, de que el remedio a todos tus dolores de cuerpo y alma se encuentran en vivir la temporada como nunca, mejor que antes, con los ojos llenos de esperanza por lo nuevo que ha de llegar.
Recuerda los momentos alegres, los que ya viviste. Aunque muchos de los personajes no estén entre nosotros. Aunque el tiempo haya hecho cambiar los espacios, las personas, la esencia de la temporada no cambia, los sentimientos y los deseos de compartir y celebrar la vida deben ser los mismos. Observa que unos llegan y otros se van, enseña a los recién llegados lo agradecido que eres, lo feliz que te hace su presencia y lo mucho que valoras lo que tienes. Recuerda con amor y gratitud los que no están, practica lo que te enseñaron. Y a los que siempre tienes al lado hazle saber lo importante que es su presencia en tu vida.
Sana tu vida, sana tu alma, perdona y perdónate. Usa como remedio la temporada de fiestas, de reflexión, la oportunidad que la vida, que el Altísimo te ofrece para crecer como ser humano.
El remedio: disfrutar la temporada, agradecer el mejor de los regalos que recibes no sólo en Navidad, sino cada día: La Vida.
Feliz Navidad!!!