Como ya sabemos, la Osteopatía es una terapia alternativa que, últimamente, está adquiriendo mucha importancia. No es una terapia nueva, ni mucho menos, pero no ha sido muy utilizada en España hasta hace unos años. En contra de lo que pueda parecer, no es una terapia para adultos exclusivamente.
La Osteopatía está especialmente indicada en la edad infantil, ya que es en esta etapa, que va desde el nacimiento hasta la pubertad, cuando se pueden originar las "lesiones" craneales con más facilidad, al ser numerosas las estructuras que se encuentran en un proceso de formación, consolidación y osificación.
Muchas veces, las actitudes "rebeldes" de un niño (y que muchos adultos no solemos tener en cuenta) no son actitudes de desafío hacia los padres, sino que pueden estar originadas por ciertos desarreglos en la capacidad de movilidad de los huesos que forman el cráneo, o en las grandes tensiones a nivel de las fascias periféricas. Desgraciadamente, son muchas las ocasiones en las que estas manifestaciones no son consideradas como una "patología". Durante el parto, y sobre todo si éste es traumático para el bebé (cesárea, utilización de fórceps o ventosas, etc.), se producen compresiones tanto de los huesos craneales como de los diferentes nervios que recorren la bóveda craneal.
Si a esto se une la administración de anestesia y medicamentos a la madre, que no dejan de ser fuente de intoxicación en mayor o menor medida para el feto, así como el estilo de vida de la futura mamá (sedentarismo, tipo de alimentos, tabaco, alcohol) nos encontramos con que los tejidos están faltos de flexibilidad y no permiten el paso libre del niño por el canal pélvico en el momento del nacimiento. Consecuencia: las lesiones mecánicas del cráneo no son raras.
A veces aparecen una serie de signos tan habituales que no se les da importancia, pero que están ahí, indicándonos que algo no funciona bien en el organismo de nuestros pequeños.
¿Qué padres no se han encontrado alguna vez con una pataleta del niño a la hora de las comidas? Tal vez este lloro no sea un rechazo caprichoso a la comida, como nosotros pudiéramos pensar, sino que el niño está "diciéndonos" que comer le supone gran esfuerzo y molestia (si no dolor), por ejemplo por una falta de apertura del conducto esofágico del diafragma, debido a que éste se encuentra contraído. O también puede darse por una lesión del nervio Vago, en su salida craneal por el agujero rasgado posterior. Las compresiones en la zona temporo-occipital pueden alterar las funciones digestivas y ser motivo de náuseas, vómitos y otras alteraciones.
Otras veces nos encontramos con actos como chuparse el dedo, siendo ya un poco más mayores. Ésta es una forma inconsciente de estimular al organismo, a través de la presión con el dedo en el paladar, para corregir alguna disfunción de los huesos craneales, que está originando tensiones en otras zonas del cuerpo, debido a la compresión de dichos huesos durante el parto... La lista puede llegar a ser muy extensa.
El trabajo osteopático no sólo está enfocado a niños que presentan una serie de trastornos claros, sino también a aquéllos que presentan síntomas sin que lleguen a considerarse como lesiones: niños que lloran mucho, niños a los que les cuesta más dormir o comer, etc. En ocasiones, sólo se trabaja de forma preventiva, con el fin de evitar que un pequeño trastorno pueda convertirse, en un futuro, en una enfermedad seria.
Nuestro trabajo como osteópatas consiste en "equilibrar" las membranas, suturas y líquidos, con el fin de evitar que la envoltura ósea craneal afecte al crecimiento de la masa cerebral subyacente, dejando que sea el propio organismo el que actúe sobre el sistema nervioso (incluidos los nervios craneales), sobre la linfa (sistema de arrastre y limpieza de desechos orgánicos), sobre el sistema vascular y sobre cada una de las estructuras del cuerpo.
La Osteopatía en los niños a veces parece "milagrosa", porque los tratamientos son casi invisibles. Si una persona mira a un osteópata trabajando, no verá nada, a excepción de algunas maniobras que nosotros llamamos "thrusts", pero que NO SE APLICAN NUNCA a los bebés y muy pocas veces a los niños un poco más grandes. Todas las maniobras son extremadamente suaves. El osteópata posa sus manos levemente sobre la cabeza, sobre la espalda o sobre la pelvis del bebé y sin más, simplemente "espera".
Cuando el terapeuta sacrocraneal pone sus manos y "espera", realmente lo que hace es llegar a leer e identificar los posibles desajustes y síntomas del cuerpo (tanto en niños como en adultos), utilizando sus manos para escuchar los movimientos sutiles, sus ritmos, sus pulsaciones y sus patrones de congestión y resistencia. Mediante manipulaciones muy ligeras y suaves, apenas perceptibles (lo que nosotros llamamos "espera"), sobre la cabeza, el cuello y la columna, se ayuda al cuerpo a reequilibrarse, a liberar bloqueos energéticos y físicos, partiendo del principio de la Autocuración (consigue regular y mejorar la organización del cuerpo desde dentro), además de potenciar las propias capacidades del cuerpo para autorregularse.
Aparentemente no pasa nada, pero se observa que el niño deja de llorar si estaba llorando, o se relaja y muy a menudo se duerme (cosa que también ocurre con los adultos...). En pocos días se verán los resultados.