La tienda de los horrores – Siete veces mujer

Publicado el 22 octubre 2011 por 39escalones

No cabe duda; la fotografía tiene que ilustrar necesariamente a los tres actores viendo su propia película…

Generalmente, las películas construidas a base de episodios o cortos no suelen funcionar. La variación de tonos, formas, tratamientos narrativos, por no hablar de los objetos de interés de las tramas, suelen proporcionar al conjunto altibajos de ritmo, lagunas de intensidad, pérdidas de pulso, cuando no ligereza o escasez en el retrato de personajes y situaciones. Cuando la cosa encima se hace con intención paródica o caricaturesca, la catástrofe suele estar asegurada. Es el caso de este inexplicable engendro, Siete veces mujer, de 1967.

Y lo más inexplicable es que sea así con la nómina de participantes en semejante zancocho: dirigida nada menos que por Vittorio De Sica, uno de los padres del neorrealismo italiano, autor de indiscutibles obras maestras, que en un momento dado de su carrera empezó a filmar morralla, comedias costumbristas de nivel ínfimo con el sexo edulcorado como vehículo para el lucimiento de carnalidades tipo Sophia Loren; escrita por el gran Cesare Zavattini, el mismo de quien Truman Capote decía que era el único guionista-creador con talla de verdadero artista en el mundo del cine, corresponsable junto a De Sica de películas inolvidables, pura Historia del Cine; interpretada por una inigualable nómina de célebres actores y actrices: Shirley MacLaine (en la cresta de la ola tras El apartamento o Irma la Dulce, aunque como cómica siempre ha resultado más que deficiente), Peter Sellers (sin comentarios), Vittorio Gassman (ídem), Michael Caine, Alan Arkin, Robert Morley… Y bellezas como Anita Ekberg, otra que tal tras La dolce vita, y Elsa Martinelli. ¿Qué es entonces lo que pudo fallar en un proyecto tan, a priori, solvente? Posiblemente la abundancia de productores (americanos, franceses e italianos) y la necesidad de rodar la película en inglés, con un reparto internacional y destinada a Hollywood; sacar de su medio natural a De Sica y Zavattini, e incluso a Gassman, no salió gratis.

La película, que no hay por dónde cogerla, fracasa en toda la línea. Como comedia resulta tediosa, fallida, ridícula, risible, sin que la sonrisa asome en ningún momento a la cara del espectador, que asiste con indignación creciente a una de las mayores decepciones imaginables en el campo del cine de humor. Construida en siete capítulos que en teoría hablan del adulterio desde el punto de vista de la mujer, o al menos con una mujer como protagonista, las situaciones carecen de gracia, de ingenio, de talento, el humor bufonesco es patético, los intérpretes se pierden en grandilocuencias forzadas (MacLaine) o en mímicas absurdas (Gassman, Sellers, perdidos en personajes absolutamente lamentables), los chistes son tontos, el humor no llega a explosionar, y uno asiste impávido, perplejo, a una sucesión de acontecimientos, a cual más torpemente hilvanado con el anterior, que no transmiten paradojas, mensajes, sarcasmos ni guiño alguno. La “gracia” está en que cada capítulo, todos protagonizados por MacLaine, reflejan a un estereotipo distinto de mujer, siguiendo los tópicos más vulgares de la recreación femenina por los ojos masculinos, primordialmente los que tienen tendencia al machismo más exacerbado. La secuencia del desastre, que elige París como escenario para el desaguisado, es la siguiente:

Paulette, la viuda que en pleno sepelio del difunto esposo recibe las atenciones y proposiciones de un amigo del fallecido; María Teresa, la mujer despechada que responde a un engaño con otro; Linda, la sesuda intelectual, propia de los movimientos franceses de los sesenta, que analiza constantemente las causas de todo sin llegar a conclusión alguna; Edith, la esposa marginada por su marido, que busca realizarse a través del amor prohibido; Eve, caprichosa, vanidosa, muerta por dentro; Marie, que intenta paliar con el amor sus tendencias suicidas; Jeanne, cazadora de hombres, sexy, altiva y más coqueta que las gallinas…

La película falla igualmente en su propósito último, una aproximación sardónicamente crítica a los modos y maneras burgueses en la Europa de la segunda mitad del siglo XX, así como una sátira de las corrientes intelectuales predominantes en el continente. Lo mismo en cuanto a sus retratos femeninos, ávidos de intención sarcástica y paródica en cuanto al retrato de tópicos masculinos sobre ellas, pero que en el fondo no hacen sino ensalzar esa visión miope y torpe. Plana en ese aspecto, meramente caricaturesca pero insuficiente en el retrato, plano y superficial, de los tipos que pretende ridiculizar, todo en la película parece postizo, plano, gratuito; el público aguarda constantemente que en cada uno de los cortos suceda algo que en ningún momento ocurre, concentrándose De Sica en las amaneradas evoluciones y en las absurdas declamaciones de su galería de personajes desquiciadamente mal dibujados.

Un puñado de frases solemnes gastadas ya antes de estar escritas son el único legado, obra de Zavattini, cómo no, que deja una película decepcionantemente espantosa, impropia de todos, o casi todos, los que intervienen en ella. Por el bien de todos, su negativo debería ser quemado en ceremonia secreta, y las cenizas tiradas en el tejado de la casa de James Cameron.

Acusados: todos
Atenuantes: ninguno
Agravantes: el desperdicio de intérpretes tan válidos; el guión tan pésimo
Sentencia: culpables
Condena: ellas, bastante tienen con haber hecho esto y con ridiculizar a la mujer que se supone se pretende reivindicar; a ellos, hacerlos siete veces mujer