La semana pasada -el día 6 de septiembre- se conmemoró el octogésimo aniversario de la muerte de José Manuel Aizp... Aizp... Aizp... como se diga. Y como se escriba.
Yo siempre escuché y escribí Aizpurúa, como hace el autor de la reseña en la wikipedia. (Véase).
El relato de su muerte -fue fusilado ante la tapia del cementerio de Polloe, en San Sebastián- aparece en mi libro Necrotéctonicas. (Sí, ya sé: De nuevo publicidad de esa magnífica colección de relatos).
En la primera versión de mi texto yo había escrito Aizpurúa, con tilde en la última u para romper el diptongo y que se leyera como lo he oído siempre y como lo sigo pronunciando: Aizpurúa.
No obstante, en otro sitios he leído (y sigo leyendo) Aizpurua y -oh, no puede ser- Aizpúrua.
Y, lo que me parece increíble con lo tiquismiquis que soy con las tildes, en la versión definitiva del libro (que os recomiendo) lo cambié a esa última versión aparentemente absurda: Aizpúrua.
¿Por qué lo hice? Ahí voy. Os debo una explicación, y esa explicación que os debo os la pienso pagar. En primer lugar, el euskera no tiene tildes, de manera que lo correcto es escribir Aizpurua. Porque el apellido es puro euskera: Aitz quiere decir "roca", y burua es "cabeza" y también se extiende a "la parte que sobresale". Es decir, Aitzburua: La cabeza de una roca o la parte sobresaliente de una roca.
La pronunciación de este apellido en euskera sería algo así como Aispú-rú-á. Sí: tres acentos, tres golpes: pú-rú-á.
Por lo tanto, tiene poco sentido decir Aizpurúa (como yo he hecho siempre y sigo haciendo en mi fuero interno), que recoge sólo uno de esos tres acentos, y no el más importante. El principal, el más sonoro, el que marca la cadencia de los otros, es el primero: Aizpúrua. Pero precisamente ese no lleva tilde en castellano, como no la lleva elógio, agóbio, água. Es palabra llana -la última sílaba lleva diptongo- y termina en vocal. No se acentúa (o, mejor dicho, no se tilda).
De manera que lo lógico sería pronunciar Aizpurua y no poner tilde. Y sin embargo yo, absurdamente, desde hace poco tiempo escribo Aizpúrua, pero sigo pronunciando Aizpurúa, como he hecho siempre. No lo puedo evitar. Qué lío.
El motivo que me decidió a hacer tal cosa es que vi que el arquitecto firmaba Aizpúrua. También le he visto algunas firmas sin tilde, pero la mayoría la tienen. Sobre la primera u.
El algunas firmas la tilde -apenas un punto- me pareció una mota casual, una mancha, pero después de examinar todas las firmas que pude conseguir creo que es indudable que pone JMAizpúrua.
Por cierto, que en la reseña de la web del MNCARS (clicad la imagen de arriba para ampliarla) vemos Aizpúrua en el título de la exposición y en el pie de la foto. Pero en la ficha pone Aizpurúa. Que lío. (El mismo que me hago yo).
Me queda la duda de si en los años 30 la RAE tenía otra norma ortográfica que la que rige actualmente al respecto. Yo diría que no.
Podría ser que el interesado, intentando enfatizar la ya mencionada pronunciación Aiz-pú-rú-á viera su apellido como tetrasílabo y por lo tanto esdrújulo, y con esa tilde señalara la separación de ru-a en dos sílabas.
En resumen, me decanto por respetar los deseos del protagonista y de su familia, y escribir Aizpúrua de ahora en adelante, aunque vuelvo a repetir que con eso vence la alternativa que menos sentido tiene, pues no respeta la ortografía de ninguna de las dos lenguas.
Pero eso en Aizpúrua me parece apropiado. Me parece alegórico. En él, en su corta vida y en su desaforada muerte, siempre prevaleció lo que menos sentido tenía, lo más inesperado y raro, lo más ridículo y lo más heroico.
(Si te ha gustado esta disquisición filológica y cansina, que ha sido sólo una excusa para poner estas estupendas imágenes, alguna de las cuales tal vez no conocieras, perdóname la pesadez y clica el botón g+1 que verás aquí debajo. Muchas gracias).