Un perro permanece inmóvil ante mi. Mirándome.
Eso es todo lo que tengo realmente porque lo demás es una suposición, una hipótesis.
Podríamos extender una disertación sobre el interesante debate de corte filosófica sobre si los animales no humanos gozan de ese constructo llamado mente, mucho más sobre si tienen psique o alma en sentido aristotélico. Estaríamos, y lo afirma un apasionado de la conversación diletante y la filosofía de bar y la exploración artística que inunda la vida de ciertas personas a las que es una maravilla conocer, otra vez inmersos en una espiral mental que nos hace perder demasiado tiempo.
Lo que llamo trampa evolutiva es una suerte de contrapartida que se explica en una secuencia. El ser humano ha conseguido, descrito groseramente, llegar a la cima de la inteligencia. Esta condición y sus aristas le desvían de la posibilidad de ser feliz o de vivir en relación a los demás y al mundo al conllevar en ocasiones lo que podrían denominarse fallos de funcionamiento de esa inteligencia. Un superávit que algunas personas en el mundo sí han logrado utilizar en pro de una vida rica en detalles y por qué no decir solidaria.
Cuando la metareflexión o la velocidad de procesamiento no se autorregulan adecuadamente puede darse un exceso de las mismas que conduzca a síntomas como obsesiones o impulsividad o o irascibilidad. El consumo de tóxicos en busca de variaciones de ese funcionamiento lo altera a su vez de modos diversos no deseados. El pensamiento puede ensombrecer la emoción y la propiocepción. El cuerpo propio que, a su vez, ha venido mostrándose para nosotros como una puerta en dirección inversa hacia el mundo emocional.
Un niño de ocho años está protagonizando un pseudoataque de ira en la mesa de al lado en la terraza. El padre le reprende y dispara amenazas que tienen que ver con castigos negativos consistentes en retirar usos y abusos de nuevas tecnologías. La madre está ansiosa y llega a pedirle por favor que se calme. No hacen, en su buena intención, más que otorgar un poder tremendo que acabará por dañar al niño más que a ninguna otra persona del sistema familiar.
Un joven con tendencia a la obsesividad acaba de marcharse de un centro de salud. Camina hacia casa pero lo hace como un autómata. Su mente, su atención, filtrada por cien mil detalles educacionales, culturales, afectivos, va buscando una explicación para lo que acaban de decirle. Busca en el pasado, en el comportamiento del médico, en su gestualidad, busca verdades subyacentes, interpreta, proyecta...Es la maquinaria cognitiva más sofisticada que haya existido al servicio del sufrir y de la alienación. Porque al no estar en lo que celebra nuestro amigo olvidó ir al banco o tropezó contra el bordillo de una acera.
Apostamos por un empoderamiento alejado del sentido victorioso del término. Por acercarse al poder de atender de un modo nuevo que en realidad es ancestral. Deje atrás la soberbia intelectual de saberse humano; dueño y señor de todo lo que respira. Si usted no sabe utilizar esa inteligencia para ser feliz y generar felicidad a su alrededor, si vive anclado a pensamientos, a recuerdos, a creencias, a deseos de ejercer poder sobre el otro, es usted víctima de una .
Hoy es el último día de Septiembre de 2017. Solo por estar aquí usted no va a poder escapar en parte de la trampa evolutiva. Trate de emplear el tiempo que pueda en mantenerse lejos de ella. Quizás sea lo único que usted debiera evitar.