Podemos hacerla de dos maneras:
1. Modo bajo en calorías: a la plancha. Untamos la sartén de aceite para que no se pegue y cuando esté bien caliente, echamos los filetes. Le damos vuelta y vuelta, lo justo para que se haga por dentro pero sin que quede seco. Cuando retiramos del fuego, le echamos la sal por encima.
2. Modo jugoso: echamos la sal sobre los filetes, los envolvemos en pan rallado (para que quede más rico, el pan rallado lo podemos mezclar con ajo y perejil en polvo) y los freímos en aceite de oliva, girasol o cualquier otro aceite apto para consumo humano. Cuando esté dorado y hecho por dentro, retiramos de la sartén y lo colocamos en un plato sobre papel absorbente (para eliminar el exceso de aceite), tal y como se ve en la foto.
Con estas recetas tan sencillas, damos por terminada nuestra famosa trilogía. Ahora ya sabéis cómo elaborar las tres formas de aprovechar un pollo...
PD: Si os da pena que se acabe la trilogía del pollo, el próximo sábado voy a hacer un curso de cocina tailandesa y si merece la pena, ya os iré contando :-)