Puesto porJCP on Jul 14, 2013 in Autores
Tras la desestabilización y el asalto del sistema financiero que se produjo a mediados del pasado año con la nacionalización de Bankia y el rescate europeo, Washington y Berlín han pasado a poner sus ojos sobre el sistema de pensiones, el segundo botín más importante de la riqueza nacional. Quien crea que van a conformarse con pequeñas reformas y recortes es que desconoce a qué y a quién nos enfrentamos, a su insaciable voracidad y a la agresividad de sus planes.
Washington y Berlín, como cabezas de la cadena imperialista occidental –uno el emperador, el otro su virrey en Europa– se hallan sumidos en un creciente y pronunciado declive en su peso en la distribución del poder económico mundial. Mientras ellos retroceden sin pausa, las potencias emergentes y los países en vías de desarrollo que han optado por un camino de independencia, autonomía política y crecimiento económico les arrebatan cada vez más trozos de la tarta de la riqueza mundial.
En particular, EEUU vive preso de la insalvable contradicción entre un poder económico menguante y la creciente evolución de los gastos que implica mantener el inmenso aparato político-militar que necesita para preservar su hegemonía mundial. Lo que le ha llevado a convertirse en el país más endeudado, con diferencia, del mundo. Hasta el punto que se calcula que hoy su deuda pública rebasa ya con creces el 600% de su PIB.
Es esta situación la que fuerza a la depredadora oligarquía financieras norteamericana –y a su no menos depredador virrey europeo– a revolverse agresivamente sobre los países que tienen más controlados e intervenidos.
Aplicándonos a los países del sur y del este de Europa un implacable proyecto de degradación y saqueo para tratar de recuperar de este modo lo que pierden por el otro. En los años 80 lo hicieron con Iberoamérica. En los 90 con el sudeste asiático. A comienzos del siglo XXI se ensañaron con Argentina.
Pero hoy, ni Argentina, ni el sudeste asiático ni Iberoamérica se pliegan como entonces a sus dictados.
Y han encontrado en las clases políticas de los países de la periferia europea –los Rajoy y Rubalcaba de Grecia, Portugal o Italia– a los hombres dispuestos a ejecutar sus mandatos.
Ningún recorte, ningún ajuste, ninguna rebaja salarial o reforma estructural de las que venimos sufriendo en los últimos tres años pueden entenderse y explicarse al margen de este proyecto de intervención y saqueo hegemonista.
Pero lo hecho hasta ahora es todavía insuficiente. La misma JP Morgan –uno de los grandes bancos de la oligarquía financiera de Wall Street– acaba de reconocer en un informe interno que lo hecho hasta ahora es “sólo” la mitad del camino.
Y en la mitad que resta, la reforma del sistema de pensiones es un engranaje clave. Por eso se disponen a ejecutarla con urgencia.
Un mercado suculento
El sistema público de pensiones es uno de los mercados más amplios y suculentos –110.000 millones de euros se recaudan cada año por cotizaciones sociales, a los que hay que sumar el fondo de reserva de las pensiones con un acumulado de más de 63.000 millones– sobre el que abalanzarse el gran capital financiero internacional.
Y a diferencia de los intereses de la deuda, ni corre el riesgo de impago, ni está sometido a las fluctuaciones del mercado, ni repunta unos años para descender otros. Sencillamente es un flujo masivo y constante de dinero que se descuenta mensualmente de la nómina de todos y cada uno de los 17 millones de trabajadores asalariados que existen en España.
Quedarse con una parte importante de esta “caja de resistencia colectiva” nacional y popular –pues eso es en definitiva lo que significa la conquista democrática por el movimiento obrero de un sistema público de pensiones como el nuestro– es uno de los mayores bocados que el hegemonismo puede dar a la riqueza del país. Vienen a por ella. Las pensiones se han convertido ya en la nueva “línea roja” que el gobierno de Rajoy está dispuesto a saltar, contra sus reiteradas promesas electorales.
Y los “expertos” nombrados por el gobierno para diseñar la nueva reforma de las pensiones han hecho una propuesta todavía más radical de lo esperado. Washington y Berlín han preparado para España la reforma de las pensiones más dura de toda Europa.
De aprobarse la reforma, España pasará a ser el único país europeo con un doble mecanismo automático de ajuste y recorte de gasto en el sistema de pensiones. Dos nuevos recortes que sumar a la reforma aprobada en 2011 por Zapatero que incluye el retraso obligatorio de la jubilación a los 67 años, el aumento del tiempo necesario para cobrar el 100% de la pensión y la subida del número de años, de 15 a 25, para calcular la cuantía de la pensión. Es, con diferencia, el mayor ajuste y recorte que se ha aplicado a las pensiones públicas en toda la Unión Europea.
Todos tenemos que ser conscientes de lo que nos están preparando, porque como dice el manifiesto fundacional de la Mesa Estatal por el Referéndum de las Pensiones, esto significa “cruzar una línea roja que no vamos a permitir”.
Y no sólo por la envergadura del ataque que preparan. Sino porque en este terreno, el de las pensiones, es donde nuestros enemigos son más débiles y nosotros más fuertes.
En ningún otro terreno como en el de las pensiones se dan condiciones más favorables para conseguir la más amplia unidad del 90% de la población. Y ésta, como sabemos sobradamente por experiencia, es clave para ganar cualquier batalla.
Una batalla que podemos ganar
Consciente del elevadísimo coste político que supone, Rajoy se ha resistido hasta el último momento a ejecutar el nuevo recorte a las pensiones. Sabe que nada provoca un rechazo tan abrumador entre nuestro pueblo como el ataque a las pensiones.
La inmensa mayoría de la sociedad –al margen de sus preferencias políticas o ideológicas, sea votante de la derecha o de la izquierda– siente que tocar las pensiones es una agresión masiva y a gran escala contra el 90% de la población.
Incluso entre las fuerzas del modelo bipartidista provoca serios conflictos y contradicciones. El propio Rubalcaba se ha tenido que esconder detrás del argumento de que el PSOE no firmará ninguna reforma que no aprueben los sindicatos, porque sabe el rechazo que levanta en su organización. En el seno del PP, por su parte, las vacilaciones de Rajoy expresan mejor que nada la oposición y el rechazo que el ataque a las pensiones provoca entre sus bases.
Estamos ante una batalla, la de las pensiones, donde por primera vez estamos en condiciones de obligar a nuestros enemigos a darla en el terreno más desfavorable para ellos y más favorable para nosotros. Y esto puede suponer, si sabemos hacerlo, un éxito de valor incalculable.
Pero para ello necesitamos unidad. En ningún otro terreno como en el de exigir un referéndum para establecer en la Constitución que nadie pueda tocar o privatizar las pensiones se puede dar la más amplia unidad del 90% de la población.
Obligar al gobierno y a las fuerzas del hegemonismo a dar la batalla en un referéndum sobre las pensiones es, si sabemos unirnos y organizarnos para hacerlo, una ocasión inmejorable para golpear y debilitar a nuestros enemigos, al tiempo que sumamos y acumulamos fuerzas en las filas del pueblo para cambiar la correlación de fuerzas con ellos.
Llevados de su agresiva voracidad, Washington, Berlín y la oligarquía se han metido en un terreno pantanoso donde su capacidad de maniobra es limitada. Ahora es el momento de asestarles un golpe tan contundente para ellos como cualitativo para nosotros.
En fin, para que el capital pueda robar, la Ley ha de colaborar.