Hola, María ¿Cómo te encuentras hoy?”. La voz sale de la pantalla, a la que se asoma una figura casi humana –de hombre o de mujer, aún está por determinar–. Un ser que vive en casa. Un asistente virtual. ¿Un robot? No, un avatar para crear una mínima relación social y un sistema eficaz de vigilancia para pacientes con depresión que viven solos. “Porque la depresión mata con suicidio, y el agravamiento ocurre en casa, fuera de la vista de un profesional, donde no sabemos qué pasa”, explica Antonio Serrano, psiquiatra del Parc Sanitari Sant Joan de Déu, en Sant Boi, uno de los socios del proyecto europeo llamado Help4Mood. De hacerlo realidad se encargan en la Fundación i2CAT, centro de investigación e innovación vinculado a la Universitat Politècnica de Catalunya. Entre otros socios del proyecto, participan la Universidad de Edimburgo y la empresa italiana de comunicación y tecnologías avanzadas FVA.
La Unión Europea pone tres millones de euros para conseguir ese asistente virtual. “Porque el sistema actual, con el ritmo de envejecimiento al que vamos, resulta insostenible y necesitaremos ayudas virtuales que sean eficientes también desde el punto de vista emocional”, resume Josep Maria Colomé, responsable del Clúster de Salud y Dependencia de i2CAT.
“Hace más de una semana que no hablamos, ¿duermes bien?”. El avatar lo sabe porque en la inteligencia artificial que se ocupa de María está incluida la interpretación de lo que le cuentan sensores en la pata de la cama, en la puerta de la nevera, en otras partes de la casa que puedan ayudar a detectar, por ejemplo, el abatimiento de la persona asistida porque se pasa montones de horas en la cama, sin apenas actividad, quizá sin ganas de comer. También puede detectar un cambio de hábitos preocupante, porque previamente habrá almacenado e interpretado lo que es habitual en esa persona. Estará definido como su patrón de comportamiento. El cerebro podrá avisar a su enfermera, a su familia, a urgencias, si es necesario. Podrá pedirle hora (y recordárselo).
“No tenemos un estudio cualitativo sobre la posible aceptación de este asistente virtual, pero sí sabemos de experiencias de psicoterapia por internet, y no son negativas, aunque con el tiempo se abandona”. apunta el psiquiatra. “Hay experiencias previas, aunque sin avatar, en Holanda, Gran Bretaña y Australia. El avatar ofrece algo más, reacción emocional”, añade el experto.
“Oye, no tienes la culpa de lo que te pasa, chica, diviértete. Venga, ¿por qué no te animas a salir un rato?”. Podría ser una de las conversaciones que intentara el avatar. Porque este asistente que basa su información en sensores lo menos invasivos posible y con el que el paciente habrá trabado, si no amistad, sí primeros encuentros en la consulta, puede no sólo monitorizar a pacientes en soledad y dar pistas a sus médicos sobre lo que ocurre en casa, no sólo puede detectar cambios alarmantes y avisar, sino que incluso puede psicoeducar, ayudando a combatir, por ejemplo, la frecuente culpabilización del paciente.
Puede repetir consignas como las de su enfermera y su médico (“Es importante comer bien, no pasar mucho tiempo solo, procurar una rutina de salidas a la calle, intentar conversar”), pero dicho en casa, en la intimidad, solos el avatar y el paciente. “El avatar es una persona virtual que expresa sentimientos, que tiene expresión para que el paciente lo vea como alguien próximo. No se pretende engañarle, sino que le resulte más fácil contestar, interactuar. Intenta establecer así una relación social que supla en lo posible a otras personas”, define Josep Maria Colomé.
Se han probado experiencias parecidas con personas mayores y también con población sin problemas (por ejemplo, con turistas y también en las tiendas Ikea).
“Es un gran reto en el que participan especialistas en muchos campos distintos”, explica Colomé. Parten de experiencias existentes, como la terapia virtual entre varios pacientes y un psicólogo, o plataformas de apoyo a cuidadores de enfermos de Alzheimer. “Hay que validar cada paso”, dice el responsable del proyecto en el i2CAT. También los usuarios participarán en cada paso del proyecto, “porque si no gusta, no sirve”.
**Publicado en "La Vanguardia"