¿Sueñan los monjes con budas eléctricos? Esta frase aparece de cuando en cuando en mi cabeza. Me parece muy divertida porque me gusta mucho Phillip K. Dick, y porque la gente siente mucha curiosidad por la vida de un monje Zen. Me preguntan todo tipo de cosas, excepto sobre mis sueños. ¿Sueñan los monjes budistas con la Vacuidad?
Sueño todo tipo de cosas, porque soy un ser vivo como cualquier otro. Pero con mucha frecuencia me visitan el Buda, Avalokiteshvara, Jizo y otros seres búdicos. También sueño con conceptos religiosos abstractos como las Paramitas o el Sutra del Loto.
Hace unas noches tuve un sueño que quiero compartir contigo, querido lector.
Estaba yo caminando por la ciudad y a mi lado se detuvo un automóvil color negro. No vi más detalles que eso, pero de él salieron dos personas vestidas con ropa tradicional china. Una de ellas me dijo: “Es hora”.
Aunque no me dio detalles y no sabía a lo que se refería, sentí confianza de que, en efecto, “era la hora”.
Me subí al automóvil y se echó a andar. Gracias a la magia de los sueños, se detenía en frente del edificio de las Naciones Unidas, en Nueva York.
Salí del auto y entré al edificio. Todos me miraban con desconfianza y hasta odio. Mi koromo y okesa (atuendo del monje) se movían por el viento que había dentro del edificio.
Caminé por un pasillo y entré a la sala de conferencias, donde se encontraban los representantes de todos países, enfrascados en una discusión que estaba a 1 segundo de volverse batalla campal sanguinaria.
Subí al estrado, encendí el micrófono y dije con firmeza, pero sonriendo:
“La razón por la que están peleando y sus naciones están en guerra, es porque no saben agradecer el espacio entre sus cabezas y el cielo.”
La gente, sorprendida, guardó silencio y regresaron a sus asientos. Y me escucharon. ¿Qué fue lo que dije?
El no-valor de vivir la Vacuidad
En el vasto silencio que se extiende entre tu cabeza y el cielo existe un misterio tan profundo como el multiverso. Esta inmensidad que ignoramos porque estamos muy ocupados sufriendo, es la esencia de la enseñanza de la Vacuidad que Shakyamuni nos dejó. La Vacuidad, lejos de ser un simple vacío, es la matriz desde la cual surge todo lo que conocemos: nuestro cuerpo, nuestra vida, nuestros sueños. Es el espacio que, al ser ignorado, violentamos y ensuciamos sin darnos cuenta, pero que, al ser reconocido, nos revela la interconexión intrínseca de toda existencia.
Bodhidharma, nuestro Primer Patriarca, siempre nos recuerda que el camino hacia el entendimiento de nuestra verdadera naturaleza y hacia la iluminación es, por definición, un viaje hacia adentro, hacia el reconocimiento de nuestra propia mente como el único y verdadero Buda.
La práctica genuina del Dharma nos invita a navegar de manera creativa las aguas de Dukkha (sufrimiento), a adaptarnos a las condiciones, buscar nada y practicar el Dharma como camino hacia la liberación y el entendimiento de nuestra verdadera naturaleza.
Sin embargo, con frecuencia nos perdemos en la ilusión de que todo está separado y en la búsqueda de mini euforias. Olvidamos que el espacio vacío que nos rodea —ese espacio entre nuestra cabeza y el cielo— es, en realidad, el reflejo de la Vacuidad. No se trata de solo un vacío sin significado, sino la fuente de todas las posibilidades; no tiene límites para crecer espiritualmente y alcanzar nuestro verdadero potencial. Es, en esencia, el Buda manifiesto.
La paradoja de la Vacuidad radica en que, aunque pareciera inerte y vacía, es en realidad un campo fértil donde todo lo existente tiene la oportunidad de manifestarse. Ignorarlo es romper nuestra interconexión fundamental con el universo y, por ende, de nuestra capacidad innata para cultivar compasión, sabiduría y entendimiento profundo sobre la naturaleza de la realidad.
Pero cuando nos detenemos, aunque sea por un momento, para mirar hacia el cielo y contemplar el espacio que se extiende sobre nosotros, comenzamos a percibir destellos de esta verdad. La Vacuidad se convierte entonces no en un concepto abstracto, sino en una experiencia vivencial que nos une a todos en la profunda comprensión de que somos mucho más que individuos aislados; somos expresiones únicas del mismo vasto vacío que da forma a las estrellas, a los océanos y a cada respiración que tomamos.
Cuando vives la Vacuidad, entiendes que tus opiniones, preferencias, temores, tus ideas sobre el mundo; todo ello es autoengaño. Y entonces el desapego se vuelve completamente palpable y real.
La clave para la paz en tu mente, en tu corazón y en tu país, comienza cuando te sientas en Zazen y solo dejas la vida pasar. Dejas a la Vacuidad en paz.
El espacio entre tu cabeza y el cielo necesita ser experimentado de forma contemplativa. No lo ensucies con basura egocéntrica. Solo así podrás entender lo bello e inconmensurable de nuestra existencia, a reconocer que cada uno de nosotros es un universo en miniatura, intrínsecamente vacío y, a la vez, repleto de infinitas posibilidades e interdependiente.
En la Vacuidad, hallamos nuestra verdadera libertad y nuestra unión más profunda con todo lo que existe.
Nota para la ONU: Estoy disponible para conferencias 😉
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