Los miembros de todas las culturas conocidas escuchan música. Siendo una práctica tan extendida uno podría preguntarse si pudiera tener una base biológica. Algunos estudios llevados a cabo con fetos, infantes, familias completas, entre gemelos e incluso algunos donde se han utilizado imágenes de resonancia magnética del cerebro sugieren que éste es el caso. Un estudio reciente sugiere incluso la existencia de un componente genético.
Esto no es raro si pensamos que la música despierta en quienes la escuchamos todo un abanico de reacciones emocionales. Cuando sentimos que se nos enchina la piel, ya sea al escuchar las variaciones Goldberg o el nuevo disco de Coldplay, le debemos esa sensación a un torrente de sustancias químicas que recorren nuestro cuerpo en respuesta a lo que escuchamos: las hormonas.Imagen de Djajakarta.
Se ha visto que la música que escuchan los bebes, por ejemplo en la forma de canciones de cuna, afecta el apego que éstos desarrollan con sus papás. También, se ha observado que es posible desarrollar una mayor cohesión grupal cuando un grupo ha cantado o tocado música en conjunto. Una de las hormonas responsables de lo anterior podría ser la vasopresina (también llamada arginina vasopresina, argipresina u hormona antidiurética). La vasopresina es una hormona que modifica la permeabilidad de los riñones y juega un importante papel en la regulación de agua, glucosa y sales en la sangre. Sin embargo, al igual que la oxitocina, se ha visto que modula varias conductas sociales cuando es liberada directamente en el cerebro.El gen AVPR1A codifica para un receptor molecular que modula la influencia de la vasopresina en el cerebro. Se ha visto que este gen participa en algunos aspectos de la cognición y la conducta social incluyendo el apego, el establecimiento de lazos e incluso el altruismo en humanos y otras especies.Considerando lo anterior un equipo de investigadores finlandeses, que han estado interesados en el tema de las bases genéticas de la aptitud y la creatividad musical, se dieron a la tarea de averiguar la relación entre la presencia de variantes del gen AVPR1A y el gusto (o el interés) por escuchar música, ya sea de forma pasiva o activa. Sus resultados fueron publicados hace poquito en la revista Journal of Human Genetics.Para su estudio, Liisa Ukkola-Vuoti e Irma Järvelä, líderes de la investigación, identificaron las variantes del gen AVPR1A en los miembros de 31 familias finlandesas (642 individuos en total). A estas mismas personas les hicieron varias preguntas para evaluar su interés por escuchar música y su educación musical. A todos se les aplicó una prueba para medir su aptitud musical (Karma Music Test).Se consideró que los sujetos de estudio tenían un interés activo por escuchar música cuando al hacerlo ponían atención a la misma y les gustaba asistir a conciertos. Por el contrario, se consideró que los individuos tenían un interés pasivo cuando la utilizaban simplemente como “ruido de fondo”. Es interesante notar que, de las primeras décadas de 1900 para acá, ha habido un incremento en el interés por escuchar música. Se cree que esto se debe al incremento en la disponibilidad de música y aparatos eléctricos para poder reproducirla. Por lo tanto, Liisa, Irma y el resto del equipo tuvieron que tomar esto en cuenta y clasificar a los sujetos de estudio en diferentes categorías de edad para evitar que dicho fenómeno modificara los resultados obtenidos.
Según los resultados del equipo finlandés, aquellos individuos con un nivel educativo más alto tendían a escuchar música de forma más activa y el promedio de interés musical variaba de acuerdo con los pedigríes. Es decir, entre familias. Además, el interés activo en escuchar música se relacionó con variantes genéticas ya asociadas en un estudio previo con la aptitud y la creatividad musical.Imagen tomada de aquí gracias a Proust73.
Uno pensaría que aquellos individuos con una educación musical mayor serían más propensos a escuchar música activamente simplemente porque el aprendizaje musical así lo exige y que, por lo tanto, la educación musical se relacionaría con las variantes del gen AVPR1A. Sin embargo, ese no fue el caso cuando la educación musical se consideró como una covariable. Lo cual, fortalece la conclusión de que el interés musical tiene un componente genético.Un detalle que aun debe estudiarse con más cuidado es la influencia de la memoria en este tipo de estudios ya que aquellos individuos con un mayor interés en la música podrían además experimentar emociones más fuertes al hacerlo y, por lo tanto, ser capaces de recordar sus experiencias y actividades relacionadas con la música de forma más precisa. También, algunos tipos de personalidades podrían ser capaces de recordar de mejor manera sus hábitos relacionados con el tiempo y la forma en la que escuchan música, por lo que estos factores deben tomarse en cuenta en futuros estudios.Aun cuando (por fortuna) queden algunas preguntas flotando en el aire, el estudio de los hábitos musicales en humanos y su relación con la diversidad genética de los sujetos de estudio es sin duda una melodiosa manera de sumergirse en la apasionante área de la herencia dual: la co-evolución de genes y cultura.(Aquí se puede ver un concierto para cuerdas de una de las variaciones de Goldberg y aquí se puede escuchar una hermosa versión para guitarra)
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