Con el secuestro y posterior asesinato del periodista José Silvestre, ayer martes 2 de agosto, se he enviado un terrible mensaje a la población: las garras del narco han tomado por el cuello a nuestro, y están ahogando las libertades constitucionales. La Romana es tierra de narcos. Las denuncias del malogrado periodista despertaron la animadversión de muchos en la provincia. Su asesinato es prueba de esto.
José Silvestre, quien dirigía el programa “La Voz de la Verdad”, tuvo serios enfrentamientos con el actual fiscal de la provincia. En un video aparece luchando ante lo que considera un “castigo por su coraje de revelar nombres de narco implicados entre los altos mandos políticos y militares de la provincia”. No es la primera vez que se asesina a un periodista. En los 12 años de Balaguer se cometieron crímenes de comunicadores. La diferencia, es que, mientras en esos años el motivo para silenciarlos era político, actualmente es criminal. Este asesinato es un golpe contra la democracia. El mensaje es claro: si te atreves hablar con nombre y apellidos a los implicados en actos criminales… ¡firmas tu sentencia de muerte!
El ejercicio periodístico en República Dominicana está en peligro. Estamos ante una edición criolla de la violencia que azota a México: sicarios, asesinatos y secuestros, soborno; compricencia de funcionarios civiles y militares. Las autoridades deben aclarar y apresar a los implicados, tanto materiales como intelectuales. En lo personal lo duro. La Romana (al igual que otras provincias) está bajo el control del “reino tras las sombras” del narco. Los narcotraficantes se codean con autoridades civiles y militares, en una unión infame que, al final, nos llevara a todos a la perdición.
La nueva generación de periodistas debe sentarse y pensar. Una persona dijo ante mí que “ser periodista es un trabajo peligroso”. Quede pensativo. Es verdad pues el periodista debe, o ser leal a la verdad o proteger su vida. Pero si nuestros periodistas y aspirantes se amilanan, el narco y los corruptos abran triunfado. Le habrán quitado al pueblo la única voz que puede poner en su lugar a quienes nos mandan… ¡Dios nos libre de eso!
La voz de José Silvestre fue acallada. ¡Él entra al panteón de los periodistas caídos por ser leales a su vocación! Esperemos que sea el último (no porque los demás se queden callados por miedo hablar, sino porque las autoridades garantizaran el ejercicio de la profesión). La verdad de José Silvestre fue silenciada; pero… ¡por mas violencias que se usen, la Verdad jamás lo será!