Hace unos días se ha producido el mayor incendio en Extremadura en muchos años. Más de 7.000 hectáreas de la bellísima Sierra de Gata han ardido. Tenéis que leer este texto. Es la versión NO oficial de lo ocurrido narrada por los vecinos. De nuevo la sabiduría popular no fue escuchada y el aparataje burocrático ha podido empeorar una situación ya de por sí dramática.
Me ha tocado la fibra sensible pues mi padre era extremeño y nos enseñó a amar la tierra. Murió hace poco y ahora tengo casa allí
Aunque se está presuponiendo que fue provocado no suele suceder que un incendio intencionado se produzca al lado de una carretera epicentro turístico de las piscinas del pueblo. Más bien parece el descuido de algún transeúnte con una colilla. Según testigos presenciales vinieron dos retenes de bomberos y en dos horas se apagó el fuego.
Un retén se fue y el otro, al parecer, se quedó sin agua y no fue a repostar. Hacia las 15 horas el fuego se había reproducido de nuevo, pero no había nadie allí para controlarlo. Ese tiempo fue crucial para que el fuego se extendiera de nuevo y ya fuera imposible pararlo. Llegaron los bomberos, los helicópteros… primero tres, luego cinco… a las 19 horas llegaros tres hidroaviones… pero ya era todo inútil.
El fuego subió montaña arriba arrasando todo lo que pillaba, cruzó el río y siguió su camino imparable llegando hasta Salamanca. La guardia civil dio orden de evacuar el pueblo de Acebo en la noche. Hubo gente que se opuso y a más de uno le pusieron 1000 € de multa por negarse a abandonar su pueblo.
En el río había un antiguo alojamiento rural, ahora casa privada con gran peligro y la guardia civil invitó repetidamente a sus inquilinos a desalojar. Mujeres y niñas fueron evacuadas. Pero los tres hombres de la villa se negaron a irse; incluso con las llamas a menos de 200 metros y bajo fuerte coacción verbal, los valerosos inquilinos del molino desobedecieron y la Guardia Civil tuvo finalmente que irse asustada “sin el deber cumplido”.
Gracias a esas personas civiles y al retén de bomberos forestales de Hoyos, que llegaron con un camión y allí se plantaron, pudo ser salvado ese emblemático lugar, pionero en Extremadura del turismo rural ecológico. Cuando el fuego empezó a quemar el tejado de una de las casas del molino y los bomberos se subieron a apagarlo otros les decían: “Tener cuidado, que como os vea el Coordinador todavía os expedienta”. Porque los bomberos forestales no pueden apagar fuegos de casas.
En todo caso una bronca por no acatar el protocolo y no haberse ido a casa a descansar. En los dos días siguientes el fuego continuó hacia Villasbuenas de Gata, pero el viento finalmente lo llevó hacia Perales, después Hoyos y Cilleros arrasando todo lo que encontraba a su paso.
Todos los vecinos fueron evacuados, muchos de ellos de manera forzosa; siendo alojados en Moraleja, un pueblo cercano de la llanura cacereña, donde todo el mundo se solidarizó con los damnificados, recibiendo, comida, mantas, alojamiento… de manera espontánea y local.
En los pueblos todavía permanecían un puñado de vecinos valerosos que se resistieron a evacuarse, porque querían defender su lugar, como siempre y tradicionalmente habían hecho. Mientras tanto brigadas de la UME (Unidad Militar Emergencias), INFOEX y Tragsa, bomberos de ciudades próximas, retenes rurales, hasta cinco o seis cuerpos diferentes coordinados misteriosamente por un mando único, que pensamos brilló por su incompetencia, la cual seguía echando leña al fuego.
Escenas dantescas de inmensas llamaradas a punto de comerse los pueblos en la noche, se combinaban con un ingente despliegue de medios: 24 avionetas y helicópteros, cerca de 80 vehículos terrestres y 549 personas, de los que 211 eran militares venidos de media España parecían que trabajaban de forma desorganizada en un territorio desconocido para ellos, donde no había gente de los pueblos para indicarles los caminos, los atajos, los puntos de aprovisionamiento de agua.
A esto se sumaba una caterva de despropósitos que solo se perciben cuando uno es testigo presencial de los hechos, pero que nunca figuran en la historia oficial:
Suponemos que la dificultad del humo propiciaba que muchos pilotos no fueran capaces de echar el agua sobre el fuego lo que indignaba a los pocos vecinos que los veían. Las órdenes absurdas desde la emisora (con testigos presenciales) que mandaban a repostar de combustible a un helicóptero a Pinofranqueado a 50 km de distancia, teniendo una base en Hoyos a 5 km ¿Ignorancia? ¿Intereses económicos? Teniendo en cuenta que los helicópteros son de una empresa privada que cobra por horas…
El resultado fue que en el gigantesco incendio de aquella noche en Acebo (día 7) tan solo había un camión de bomberos con ocho mil litros para repostar a tal vez una docena de camiones operativos. Definitivamente nuestros pueblos echaron de menos una mejor capacidad de gestión.
Una normativa absurda que impidió a los bomberos del ejército (UME) detener el fuego en varias casas de Hoyos porque, según ellos, solo tienen atribuciones para apagar incendios forestales. O estar un dispositivo de la UME varias horas desplegados en Acebo el primer día del incendio sin poder operar, porque ellos dependían del Ministerio de Defensa, pero era el Ministerio del Interior quien tenía que dar la orden.
Un cuadro de mandos desproporcionado en relación con los efectivos que realmente hacen el trabajo. En la UME, por ejemplo había cuatro sargentos para un pelotón de 22 bomberos. Eso sin contar la cantidad de coordinadores sin experiencia o sin la visión del territorio (ingenieros forestales, políticos burócratas y ejecutivos de empresas privadas…) que en el Mando Único, situado en Perales del Puerto, coordinaban o, nos preguntamos si no mejor dicho, descoordinaban las operaciones.
Una normativa absurda que compartimenta y dispersa las atribuciones en diferentes organismos y que al final dificulta enormemente responder con eficacia y diligencia ante catástrofes gigantescas como ésta. Porque, el verdadero trabajo de todos los profesionales ante un incendio es siempre el mismo: salvar todo lo que se pueda empezando por seres vivos y casas y terminando por el monte.
¿Por qué razón el retén contra incendios de Hoyos fue enviado a Acebo el sábado por la mañana a repasar lo ya apagado cuando aquí en Hoyos, (terreno que ellos conocen a la perfección), comenzaba el fuego en el Castañar y tuvieron que irse contra su propia voluntad abandonando su propio pueblo?
Muchos de estos datos nos han sido transmitidos por los propios operarios de bomberos, militares, gente profesional que hace un trabajo arriesgado por sueldos ridículos, que a veces no llegan ni a los mil euros y que están “quemados” (nunca mejor dicho) de tener que aguantar la incompetencia y descoordinación de sus mandos. Que cada uno haga su examen de conciencia; sabemos que la verdad de las cosas no está sólo en una manera de mirar lo que ha sucedido. Nosotros intentamos aportar elementos para ese necesario examen, humildemente desde nuestra visión de las cosas como afectados y pobladores que aman esta tierra.
Démonos la voz, no dejemos esta catástrofe en un pequeño esfuerzo institucional para intentar descubrir al pirómano incendiario que prendió el primer fuego en Acebo. Hay mucho por hacer. Y este es el principio. No queremos seguir siendo ovejas pasivas rodeadas de fuego y cenizas, esperando el rescate”.