Pero no siempre ha sido así. No todos son igual. Como en todas partes: conozco historias que entristecen, historias que envilecen, no sólo a los ogros que las protagonizan. También entristecen a quienes las sufren y ensucian a quienes las conocemos. Historias de bodegas asaltadas. Historias de pintadas insultantes en las paredes del pueblo. Historias de viñedos echados a perder por culpa de un sabotaje. Historias de desprecio, de insulto, de ignorancia. De agresiones físicas. Historias del que no sabe tender la mano. Historias del que deja de contratar a alguien porque sabe que ha dado su apoyo a uno que venía de fuera. Historias, en fin, del que no tiene capacidad para comprender, del que tiene miedo visceral a aquello que viene de fuera y abre una ventana inesperada en su mundo. Cómo se equivocan. Se equivocan porque no comprenden que la historia siempre se ha hecho con personas moviéndose de un lugar a otro. Con personas que aceptan a quienes llegan y construyen nuevas alianzas, semilla de progreso. Se equivocan porque no saben que somos de donde nos sentimos, no de donde hemos nacido. Se equivocan, sobre todo, porque quienes han sufrido lo que se explicará mañana no van a dar su brazo a torcer. Y yo estaré con ellos hasta el final: la tierra es de quien la trabaja y su fruto es sagrado. Si se trata de cepas y vino, más todavía. Eso no se toca, con eso no se juega. Y quien se atreve a hacerlo, comete un pecado de arrogancia que los dioses van a castigar. Los hombres, también lo haremos. Negros nubarrones se han cernido esta semana sobre el Priorat. Pasarán, y cuando esto suceda, el sol saldrá de nuevo y brillará más que nunca: post nubila, Phoebus, "tras las nubes, vuelve a salir el Sol". Nos encontrará más fuertes, más ilusionados, con nuestras creencias y sentimientos reforzados.
Pero no siempre ha sido así. No todos son igual. Como en todas partes: conozco historias que entristecen, historias que envilecen, no sólo a los ogros que las protagonizan. También entristecen a quienes las sufren y ensucian a quienes las conocemos. Historias de bodegas asaltadas. Historias de pintadas insultantes en las paredes del pueblo. Historias de viñedos echados a perder por culpa de un sabotaje. Historias de desprecio, de insulto, de ignorancia. De agresiones físicas. Historias del que no sabe tender la mano. Historias del que deja de contratar a alguien porque sabe que ha dado su apoyo a uno que venía de fuera. Historias, en fin, del que no tiene capacidad para comprender, del que tiene miedo visceral a aquello que viene de fuera y abre una ventana inesperada en su mundo. Cómo se equivocan. Se equivocan porque no comprenden que la historia siempre se ha hecho con personas moviéndose de un lugar a otro. Con personas que aceptan a quienes llegan y construyen nuevas alianzas, semilla de progreso. Se equivocan porque no saben que somos de donde nos sentimos, no de donde hemos nacido. Se equivocan, sobre todo, porque quienes han sufrido lo que se explicará mañana no van a dar su brazo a torcer. Y yo estaré con ellos hasta el final: la tierra es de quien la trabaja y su fruto es sagrado. Si se trata de cepas y vino, más todavía. Eso no se toca, con eso no se juega. Y quien se atreve a hacerlo, comete un pecado de arrogancia que los dioses van a castigar. Los hombres, también lo haremos. Negros nubarrones se han cernido esta semana sobre el Priorat. Pasarán, y cuando esto suceda, el sol saldrá de nuevo y brillará más que nunca: post nubila, Phoebus, "tras las nubes, vuelve a salir el Sol". Nos encontrará más fuertes, más ilusionados, con nuestras creencias y sentimientos reforzados.