La vida me ha puesto muchas veces la zancadilla, pero yo me levanto, me limpio el polvo del camino y sigo caminando con una pisada más fuerte todavía, siempre mirando al frente, y con la cabeza bien alta.
No dejo que esos tropiezos detengan mi camino, ni mis ganas de seguir luchando, siempre sacando algo positivo y siempre aprendiendo algo nuevo.
La enfermedad, esa dura compañera de vida, se ha de llevar de la manera más liviana posible, no permitiendo que su carga nos amargue la existencia y nos impida levantarnos del polvoriento y accidentado camino.
Si me caigo, me levanto, si me vuelvo a caer, me levanto de nuevo y así mil veces más... y en los momentos de la caída tengo la paciencia y la esperanza de poder levantarme pronto otra vez... más fuerte, más serena y con ganas de disfrutar de la vida.