De los anteriores posts (si lo habéis leido) sabréis que esperamos, con cierta expectativa, que sea ya 3 de diciembre. Día en el que el equipo del Curiosity puede que anuncie lo que quiera que sea que han descubierto por aquellos lares marcianos.
Esto puede ser desde una rana roja que se mimetiza con asombrosa perfección con las rocas del crater Gale, hasta unos cuantos aminoácidos, unas pocas moléculas de carbono o, lo que muchos esperan, nada de nada.
Muchos se decepcionarán si el anuncio no se refiere a la existencia de vida en Marte. Ríos de tinta electrónica han corrido ya por webs, blogs y foros.
Ya os adelantamos desde milesdemillones como exclusiva mundial, irrepetible y alucinante que no se va a decir nada de eso. Y no es que tengamos ninguna información secreta sobre el tema ni por asomo, es más yo llevo tres días durmiendo y de guardia y no se ni que día es hoy. El hecho es que el rover, simple y llanamente, no puede descubrir vida. No está preparado para ello. Un laboratorio químico solo puede hallar eso, sustancias químicas. Jamás te va a decir que hay algo vivo en algunas de las paladas que ha analizado… y si lo hace miente.
El hecho que estemos casi en el año 2013 y que aún no hallamos descubierto vida fuera de la tierra no es problema del Curiosity o de las misiones previas que hemos lanzado a lo largo y ancho del sistema solar. Prefiero pensar que es que somos una especie un poco tonta al hecho real. No nos ha dado la gana.
La evolución es la fuerza que realmente mueve el universo, lo mueve con una fuerza sorprendente y con una determinación hercúlea. Desde el primer latido de nuestro cosmos han ido superviviendo sólo las formas más estables tanto químicas como biológicas. Desde los primeros átomos de hidrógeno que se unían formando helio, hasta los organismos eucariotas más complejos que conocemos han seguido todos la misma premisa, perdura lo que tiene que perdurar y todo lo que eso conlleve, y da igual el nombre que le queramos dar, evolución, selección natural, antropocentrismo, azar,… Es lo mismo, si una solución a un mismo problema funciona, es la que va a perdurar, y es la que vamos a observar, y no otra.
Nosotros los humanos observamos que el universo forma estrellas, estas en su ciclo forman cada vez elementos más pesados que expulsan a su vecindad cósmica al estallar como supernovas en sus últimas fases vitales, alrededor de estas estrellas se forman discos de materia que al final crean planetas cuando se dan unas condiciones apropiadas. Los planetas no son el último paso evolutivo, el universo no se queda a gusto con crearlos, si se dan las correctas combinaciones de temperatura, tiempo, materiales y ausencia de eventos aniquilantes como radiación, meteoros o mil sucesos que no podemos llegar a enumerar, y quizás imaginar, las sustancias provinientes del estallido de supernovas antiguas reaccionan entre sí. Millones de estas uniones no van a ningún sitio, pero algunas logran formar complejos que se autorreplican y que perduran en el tiempo adaptándose a su entorno. Y si este entorno se lo permite se tornarán más complejas y a esto lo llamamos vida.
Que no lo hallamos visto aún no significa que no exista. Tampoco eran factibles los planetas fuera de nuestro sistema solar, ahora se descubren a pares. Era impensable que la Tierra no fuera el centro del universo (sin comentarios) u otras cuantas tonterías que el tiempo ha ido masacrando sin piedad.
Europa, Titán, Encelado o Io esperan nuestras sondas con ansia. Allí parece que se están dando las combinaciones propicias para que podamos descubrir algo. Materia orgánica, sumado a fuentes aprovechables de energía y al necesario tiempo que convierte al azar en un factor relativamente poco importante, pueden haber dado lugar a lo que el ser humano lleva mucho tiempo buscando… y no es si existe vida o no fuera de su planeta. Sólo respuesta a la pregunta: “¿De dónde venimos?”.