Crisis es un término que últimamente parece estar en la boca de todos. Muy curioso, teniendo en cuenta que la palabra crisis también indica cambio. Podemos contemplar que el cambio es lo único constante que hay en nuestras vidas y, aún así, hay quienes quieren controlarlo.Nuestra piel cambia de color ante la exposición del sol, nuestras pupilas se dilatan y se contraen en función del nivel de luz, siendo éstos, ejemplos de nuestra adaptación física y química al entorno. A este tipo de cambio hay que sumarle otros, por ejemplo, los cambios tecnológicos, los cambios de relaciones, de amigos, de pareja y de compañeros de trabajo; los cambios de roles y de estado civil, como ser padres o abuelos, el casarse o el enviudar; los cambios sociales como, iniciar los estudios, empezar a trabajar, el quedarse sin trabajo, jubilarse; el cambio climático, de moda, energético, político, de valores, de vivienda, de ciudad, de situación económica...
en definitiva: El cambio es la ley del crecimiento, y ésta a su vez, la ley de la vida.
Por consiguiente, LA VIDA ES CAMBIO.Cada cambio nos genera un estado de desorganización, que se caracteriza principalmente por la incapacidad inicial del individuo para abordar estas nuevas situaciones utilizando los métodos que hasta ahora empleaba. Buscamos encontrar las mismas soluciones ante una situación, interna o externa, distinta. Ya lo dijo en su día Albert Einstein: ““Si buscas resultados distintos, no hagas siempre lo mismo.”La manera cómo percibes y vives este cambio, por ejemplo: como una amenaza o como un reto… hará que reacciones de forma distinta, bloqueándote por un lado, o bien, permitiéndote generar recursos para afrontarlo y, en consecuencia, definiéndolo así como una CRISIS o como una OPORTUNIDAD.Todo cambio necesita un periodo de tiempo para desprenderse de una situación pasada y adaptarse a otra nueva. En este proceso, es fundamental aceptar la situación, guste o no, para poder focalizar la energíaen buscar nuevas opciones. De nada sirve anclarme en las lamentaciones de lo sucedido, de lo que debería haber hecho, de lo que había sido antes, de lo que había tenido, ya que todo ello me conduce a un estado de turbulencia emocional y psicológica, que impide que encuentre nuevos recursos. ¿Y que hago ahora?, ¿seré capaz?, ¿no sé por donde empezar?... y me aferro a lo conocido y a lo de costumbre por temor y desconfianza. Esos miedos limitantes si los considero como un adversario pueden ser, a su vez un gran motor que genere nuevas opciones. Imagínate como te sentirías si ese miedo, esa fuerza que vives hacia dentro, que te oprime, que te imposibilita, se expandiera, con la misma fuerza hacia fuera dando un giro de 180º.Aquí es donde entra en el juego nuestra adaptabilidad, esa habilidad acomodada en nuestros quehaceres diarios, en nuestras rutinas, en nuestros hábitos.Diariamente acompaño a personas a transformar esos miedos, a canalizar esa fuente de energía en la más potente de las energías: la voluntad. Eso sí, de nada sirve si uno cree que no va a poder. Estos son los principios para la adaptabilidad, querer y creer que tienes la capacidad, los recursos. Rockefeller decía: “Si no creéis en vosotros mismos, nadie lo hará”.Los cambios no son sinónimo de algo negativo. Los momentos de crisis sirven para que desarrollemos nuevas estrategias, nuevos caminos, nuevas visiones... en definitiva, que nos transformemos y crezcamos, haciéndonos aún más hábiles para afrontar nuevos cambios.En fin, como dice Dulce Chacón: “Acostumbrarse es otra forma de morir”. Bienvenid@ al cambio, bienvenid@ a la vida.
Artículo de Rosa Sabaté. Psicòloga