La virtud de llegar a viejo

Por Dmccad @dmCCAD

Como antecedentes a este artículo, este vídeo y la experiencia diaria de una ciudad con casco histórico. Pongamos que hablo de Valladolid (pero me vale cualquier ciudad de España).


[Por delante de todo me quiero quedar con la definición de Arquitectura que hace uno de los participantes: “Arquitectura es la mejora del hábitat”. Es sencilla y directa, pero con tantas implicaciones…]

Mucha gente cree que la arquitectura del pasado era mejor que la actual, y por eso nos han llegado muchos ejemplos que han perdurado y han sido conservados.

Sin embargo, creo que el error es doble: Por un lado, en muchas ocasiones y casi siempre por ignorancia se atribuye virtud a lo que perdura en el tiempo. Si algo perdura por algo será, aunque no siempre…últimamente se observan esfuerzos exagerados por conservar obras de escaso interés y nulo valor simplemente por el hecho de tener más de 50 años, o por encontrarse en un entorno más o menos histórico. Incluso se obliga a las nuevas edificaciones a mimetizarse con dicho entorno, imponiendo un pastiche y cercenando el lenguaje [con el agravante de que, en muchos casos, se trata de la imposición de una relectura parcial e idealizada -antinatural- de la propia evolución histórica del marco urbano). Esto demuestra, en realidad, un miedo cerval al cambio y a la evolución de la ciudad, algo muy arraigado por aquí -aunque algunas excepciones hay- y no tanto en otros países con una historia tan pesada como la nuestra. Se confunde, pues, edad con virtud; y se deriva en un inmovilismo que raya lo absurdo, y que en caso de romperse, suele hacerse de la peor de las maneras (por improvisado, inesperado e inopinado).


Por otro lado es evidente que la gran mayoría de obras arquitectónicas que han llegado hasta nosotros lo han hecho por su valor simbólico añadido, y por un evidente esfuerzo de mantenimiento que no hubiera servido de nada si la edificación no tuviera una mínima calidad estructural y si su utilidad y versatilidad a lo largo de los años se hubiera visto afectada. Por lo tanto, cuando hablamos de obras históricas, por lo general, merecen seguir entre nosotros (aunque en ocasiones el dichoso miedo al cambio comentado impida hacer más eficientes y eficaces muchos edificios que albergan usos para los que jamás fueron concebidos, generando un derroche inasumible e inaceptable, e incurriendo en contradicciones, al permitir algunas modificaciones funcionales básicas -agua,luz,gas,teleco-, pero no otras -tipológicas o formales-).

Pero el segundo error del que hablaba consiste en inferir que toda la arquitectura que se hacía en el pasado era buena, o siquiera mejor que la contemporánea.


Lo que todo esto nos puede llevar a reflexionar es ¿Cuántas obras contemporáneas perdurarán? ¿Cuáles? ¿Por qué motivo?

Nosotros mismos hemos podido ver cómo obras consideradas de gran calidad por el establishment arquitectónico han sido derribadas -algunas aún en vida del autor-. Y está por ver aún cuántas obras que ahora consideramos importantes resistirán los embates críticos de la sociedad. Tema aparte es de la resistencia física de las obras: Por un lado prevemos un mantenimiento de los edificios que, de no llevarse a cabo, autodestruye la obra. Por otro, la eficiencia de los cálculos llevados al límite (aún del lado de la seguridad) unida a la economía de materiales, conlleva una baja resistencia en casos extremos (como muestra, las recientes riadas en el sur de España con trágicas consecuencias).


Como corolario, me gustaría comentar el hecho de la enorme incultura generalizada, especialmente entre la gente joven (y como sigamos cambiando las leyes de educación cada 4 años, seguiremos yendo a peor). Es destacable el hecho de mucha gente confunda “moderno” con “modernista”, llegando a la paradoja de admirar la obra de Gaudí a la vez que se critican arquitecturas “modernistas”.

En realidad, desde la ignorancia, se está defendiendo lo antiguo frente a lo moderno aún a pesar de que, con toda seguridad, de haber sido coetáneos del catalán le hubieran denostado y criticado sin piedad (¿o quizá le hubiéramos criticado nosotros, los arquitectos?).