He escrito a mi amigo y profesor del Departamento de Biología de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) Máximo Sandín, colaborador de este blog, preguntándole por el “pepinazo” y las circunstancias que rodean a la bacteria E. coli. Sandín es un honesto biólogo y por eso me comenta que las bacterias también son nuestras amigas, afortunadamente para nosotros los seres humanos:
“Como sabréis son fundamentales (entre muchos otros sitios) en el intestino (y en todo el digestivo) y todas están en equilibrio en condiciones normales y tienen su función. Concretamente la E. coli ayuda a la digestión rompiendo moléculas complejas y fabrica vitaminas de los grupos K y B. Lo que no sé si sabréis es que estos ecosistemas bacterianos están controlados por los virus (fagos) que siempre acompañan a las bacterias y son, junto con los plásmidos (de origen viral), los que hacen posible el intercambio de genes entre las bacterias. En la piel existen “ecosistemas bacterianos”. Las bacterias no son patógenas en sí, sino que se “vuelven malas” (se defienden) como consecuencia de algún tipo de agresión o desequilibrio ambiental, de su entorno natural, mediante el intercambio de genes con otras bacterias y este es el mecanismo por el que se transfieren “genes de resistencia a los antibióticos”, otro concepto que habría que revisar.
En efecto, un párrafo llama la atención de dicho artículo científico publicado ya en 1972 en American Journal of Clinical Nutrition:
“The continuous administration of streptomycin eliminated Bacteroides from the ceca, reduced the E. coli population and caused Shigella to reappear at high population levels. An apparent E. coli-Shigella recombinant appeared in vivo that possessed some biochemical characteristics of E. coli but serologically was characterized as Shigella“.
Es decir, la contínua administración de un antibiótico como la estreptomicina eleva la población de la E. coli Shigella y recuerden que la E. coli que se ha encontrado en Alemania lleva trazas de Shigella. Podríamos estar asistiendo a lo que durante los últimos lustros se ha documentado, que el abuso de antibióticos pueden provocar nuevas bacterias incontrolables.
En resumen, según Sandín “lo que había que buscar es por qué se produjo la bacteria recombinante. No ha sido por una ‘mutación’ y menos al azar. Quizás no haya que buscar en frigoríficos, sino en botiquines”.
También he querido preguntar a Teresa Forcades, la monja y Doctora en Medicina que nos impresionó con sus informaciones sobre la Gripe A y los intereses que había tras la inexistente pandemia:
“Desde el punto de vista epidemiológico, es prácticamente imposible que aparezca una infección por una bacteria mutante de este tipo en diversos lugares al mismo tiempo”.
De nuevo hay que recordar que somos lo que comemos y lo que nos medicamos y que cada vez es más evidente, si cabe, que la alimentación industrial y la utiliación en cantidades industriales de medicamentos como los antibióticos, producen impactos ecológicos internos que podemos lamentar.
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