Florencia Ponce de León creció en un entorno en el que el arte y el diseño siempre fueron parte de la vida cotidiana y de sus viajes familiares. Su padre arquitecto fue responsable de que conviva con esas disciplinas, y probablemente, allí gestó su pasión por el dibujo y actividades creativas.
Desde muy temprana edad, Flor tenía claro a qué quería dedicarse y esperaba ansiosa terminar sus años de bachillerato para poner en marcha su sueño. “Empecé la carrera de Diseño de Modas en la ORT mientras también cursaba en la facultad pública. No me decidía dónde quería estudiar ya que conocía mucha gente de la CDI y a su vez en la ORT era una carrera nueva por lo que no tenía mucho feedback. Probé en ambas durante un mes y medio pero enseguida opté por continuar en la privada. Encontré algo mucho más estructurado y me estimulaba la posibilidad de hacer algún intercambio”, nos cuenta. Así que cuando el momento llegó no lo dudó ni un instante: “me fui a estudiar seis meses a la Escuela de Diseño Parsons en Nueva York y fue una experiencia muy movilizadora, lejos de mi familia y viviendo sola. Acá tenía la carrera casi terminada entonces tuve que dejar la materia eje y un par de exámenes, así como un trabajo como pasante en una empresa de trajes de baño”.
¿En qué consistió el intercambio?
Cursé varias materias que elegí porque aportaban a mi formación y una de ellas incluía una pasantía en la firma Candela de la uruguaya Gabriela Perezutti. Un ámbito muy estimulante en el que adquirí experiencias muy enriquecedoras, vinculadas al negocio de la moda y trabajo creativo. Allí entré por Curriculum, mandé la solicitud estando allá y enseguida me aprobaron la pasantía de tres días semanales. Me acuerdo de hacer estampas basadas en ropa heredada de la familia de Gabriela como base de colecciones mucho más amplias pero el inicio era de algo antiguo que se digitalizaba y alteraba en colores o líneas.
¿Los recursos distaban mucho de lo que puede ser una marca a nivel local?
En ese momento no, el salto lo vi después cuando luego de un tiempo retorné a Nueva York a esa misma oficina que había crecido mucho en escala.
Durante esa experiencia, ¿sentiste que tu base de formación era buena?
Sí, la note buena pero sentí una diferencia muy fuerte entre los enfoques. Eso no es algo positivo ni negativo, solo que acá era mucho más experimental y allá orientado al comercio. En medio de ese viaje también hice mi primer curso de ilustración por fuera de la facultad y me encantó. Siempre me gustó dibujar, desde chica, pero nunca me imaginé perfeccionarme en eso.
¿El balance fue bueno?
Claro, el ambiente laboral era increíble y éramos cinco o seis personas llevando un ritmo de trabajo muy intenso. Me pasó que me agobió tanto el nivel de locura de Nueva York que disfruté la vuelta. Cuando llegué a Montevideo, en 2012, entré a trabajar en Stadium dentro del departamento de Diseño y Producción junto con los últimos exámenes de carrera. Al tiempo, me surgió la oportunidad de irme a hacer un curso a la Universidad de Bellas Artes de Amberes por medio de unos amigos de la familia que tenían contacto allá. Dejé el trabajo en pausa porque en cierta medida ya sentía que estaba cumpliendo un ciclo, tomé la decisión de irme de viaje y seguí dibujando cada vez más.
¿En qué se diferenció la universidad europea de la estadounidense?
La experiencia en sí misma era diferente porque no fui como estudiante formal sino como observadora de clases. El enfoque de Amberes era muchísimo más artístico y nada tenía que ver con lo comercial. De hecho, los diseñadores más conocidos que salieron de allí tienen una perspectiva mucho más experimental. Fui en modalidad de beca y el único curso que tomé fue de dibujo, no sobre moda sino ilustración con modelos en vivo.
¿Era un enfoque más parecido al de Montevideo?
Sí, pero más bohemio aunque parezca mentira. La Universidad de Amberes es una facultad pública con todo lo que eso implica pero a mí me encantó. Como experiencia fue más linda porque además ya tenía claro el enfoque que quería darle a mi carrera.
¿Y la pasión por las estampas cuándo comenzó?
Cerca de dos años después del intercambio a Nueva York, empecé con el tema de las estampas como un hobby. Lo hacía en papel porque me gustaba y retomé para la carpeta final. Pero entre el año pasado y este, comencé de dedicarme full time a las estampas. Como todo en Uruguay tiene un techo, salí a tocar puertas afuera. Escribí un mail nuevamente a la firma que ya era Gabriela Hearst, contándoles en qué estaba, mandé el portfolio y enseguida me respondieron con copia a la encargada de Diseño. Me contaron que estaban creando una colección, me mostraron un pañuelo y me dijeron que querían hacer tal tipo de estampa. La historia es muy graciosa porque esto me agarró por sorpresa en medio de un viaje familiar a Francia, así que me pasé todos los días con la compu, robando WiFi y limpiando los pinceles en servilletas de cafés.
¿Cuál fue el encargo?
Puntualmente, uno de los trabajos consistía en la adaptación de un pañuelo a otro formato. Me dijeron que querían una estampa extraída de esa pieza para aplicar a otras.
¿Cómo es el proceso de creación y elaboración de una estampa?
Hago todo a mano y luego retoco en la computadora. Me siento mucho más cómoda trabajando de ese modo y además le da una impronta diferente. Las estampas digitales me encantan y están mucho más de moda, pero me quedo con las manuales. A su vez, tengo una fuerte inclinación por todo el tema natural que me encanta. Tengo una carpeta repleta con fotografías de flores y cuando viajo es lo que predomina de mis registros.
Es un trabajo artesanal importante, ¿cómo lo comunica la marca?
Sí, los procesos pueden ser más o menos extensos. Te das cuenta cuando una estampa es compleja o no, hay trabajos que pueden salir dentro de un mismo día a full como otros que pueden llevar semanas. Hace poco de la firma que ahora es Gabriela Hearst me pidieron un video mientras dibujaba para poder difundir en redes o en mi página. Con cada proyecto es diferente, va surgiendo en contacto directo con Gaby.
El año pasado estuviste en Casa Deco, ¿cómo fue esa experiencia?
Sí, estuve en la segunda edición de Casa Deco con cosas que había hecho especialmente más que nada para darme a conocer. Está bueno porque la gente tiene la posibilidad de ver cómo quedan las estampas, algo que en papel es muy difícil de imaginar. Para eso hice una importación de productos textiles, diseñé las estampas manualmente y las mandé a hacer digitalmente a China. La impresión digital permite tener mucho más detalle y acá en Uruguay no hay nadie que lo haga sobre telas naturales. Quería que los productos queden de alta calidad, así que manejé todo por Internet. Ya tenía experiencia con proveedores por trabajos anteriores y todo lo que es logística me gusta mucho. La importación llegó en setiembre y durante tres meses pasé la etapa más caótica de mi vida en los que también aproveché para visitar varias ferias.
¿Con qué otros proyectos estás actualmente?
Ahora estoy trabajando en una estampa para otoño-invierno del año que viene en Gabriela Hearst y con la producción de Lolita. Son mis dos grandes clientes fijos y luego trabajo para cosas puntuales que van surgiendo.
¿Cómo surgió el vínculo con Lolita?
Me contactaron a través de una feria donde conocí a una chica que trabajaba en la empresa. Enseguida me llamaron y empecé a trabajar con ellos, diseñando las estampas para las producciones que fabrican afuera.
¿Tenés algún máximo referente a nivel internacional?
Mi referencia más grande es un estudio australiano que se llama Longina Phillips y tiene unos diseños increíbles. En Brasil también hay estudios buenísimos como Aurum, Carolina York en Inglaterra. ¡Hay miles!
¿Hacia dónde te gustaría ir? ¿Preferís tener tu propio negocio o seguir diseñando para marcas?
Lo que estoy haciendo ahora me encanta, que es diseñar para otras marcas y que la producción sea de ellas. Me gusta porque toman rumbos novedosos que complementan muy bien mi propuesta inicial y para mí es un desafío porque termino haciendo cosas que de otro modo nunca haría.
Florencia es un ejemplo de emprendedora joven que capitaliza sus experiencias formativas locales e internacionales para volcarlo en un proyecto que tiene múltiples posibilidades de crecimiento y aplicaciones. Desde visual merchandising, moda o diseño textil, sus estampas pueden perfectamente recorrer un camino escalable a diferentes mercados y soportes. Nos encantaría ver una línea transversal clara por ejemplo de flora y fauna nativa del país, que representada bajo la mirada de Florencia cobre otro tipo de posibilidades de divulgación y diferenciación. Aún así, su capacidad y versatilidad es sin dudas su fuerte en esta etapa para contribuir a colecciones internacionales que llevan sus diseños a piezas de autor gracias a una interacción global de mentes creativas.