El córtex prefrontal es la región cerebral con un desarrollo filogenético y ontogenético (en nuestra especie y en un individuo) más reciente.
Este hecho la convierte en la región más sofisticada y constituye aproximadamente el 30% de la corteza cerebral.
Se le atribuye un papel esencial en actividades como la creatividad, la ejecución de actividades complejas, el desarrollo de las operaciones formales del pensamiento, la conducta social, la toma de decisiones y el juicio ético y moral.
Alexander Luria, neuropsicólogo y médico ruso, fue el primero que conceptualizó trastornos en la iniciativa, en la motivación, en la formulación de metas y planes de acción y en la automonitorización de la conducta asociados a lesiones en esta zona. Lesiones en esta zona provocan alteraciones emocionales, conductuales y cognitivas.
Las funciones ejecutivas son procesos que asocian ideas, movimientos y acciones simples y los orientan a la resolución de tareas complejas.
Muriel Lezak acuñó el término y las definió como las capacidades mentales esenciales para llevar a cabo una conducta eficaz, creativa y aceptada socialmente.
El síndrome disejecutivo consiste en los problemas que presentan algunas personas para centrarse en una tarea y finalizarla. Una de las principales dificultades es la planificación y el razonamiento.
El deterioro, en muchos casos resultante de un daño cerebral, afecta a la capacidad del individuo para evaluar y afrontar las vicisitudes de la vida diaria. Presentan dificultades para inhibir conductas socialmente mal vistas y emociones como la frustración o la ira. Presentan dificultades para comportarse en sociedad.
Las funciones ejecutivas tienen una estrecha relación con otros procesos cognitivos como la atención y la memoria. Los investigadores encuentran dificultades, experimentales y aplicadas, para desligar estos procesos por la interacción que se da entre ellos.