Las Horas de la Primavera transcurrieron amables en Cal Compte. Parecía como si el cielo del Priorat conociera aquellos versos de Lucrecio en los que el poeta describe el cielo de primavera. Se los leímos de nuevo y nos regaló un atardecer que nos hizo comprender de otra manera cómo es la naturaleza de las cosas en su íntimo contacto con ellas.
...tibi rident aequora ponti
placatumque nitet diffuso lumine caelum.
...para ti, Venus, sonríen las aguas del mar
y brilla el cielo amable con una luz que se alarga.
Venus tenía que ser nuestra introductora, la protectora que, como ya sentían y escribían los Romanos, favorece la creación de cuanto surge de la tierra. Se funden las nieves en lo más alto de los montes, los ríos sienten cómo el agua vuelve a bajar alegre por su cauce, los árboles visten de nuevo sus hojas y Venus, la patrona virgo de Catulo, asegura que todo pueda ser disfrutado por más de una generación de mortales. Porque la belleza del espectáculo de la primavera se abre ante nuestros ojos con la nueva luz y la diosa, favorecida por el viento que sopla amable y cada vez más cálido, hace crecer de nuevo todo aquello que había sido sembrado. Agua, luz, calor, Venus, capturan al hombre con su suave encanto y lo llevan de nuevo allí donde sucede todo: a la naturaleza.
Los animales se mueven inquietos en el establo, las aves llegan de nuevo siguiendo su impulso seminal y las personas no podemos dejar de escuchar esa llamada. La pálida Muerte pisa con la misma fuerza la taberna del pobre y la torre del rico, nos cuenta Horacio, y la suma de breves momentos felices nos impide pensar en una esperanza que vaya más allá del día que vivimos. Hay que huir de preguntarse qué nos traerá el día de mañana, hay que poner el bienestar económico en su justo sitio y hay que perseguir al dulce amor. Es el momento de escuchar al campo, es el momento del trabajo en las eras, es el momento en que los suaves susurros que surgen de la oscuridad delatan la cita pactada.
El suceder de las estaciones nos enseña que no hay que esperar cosas propias de inmortales. El día nos alimenta y las horas marchan con rapidez. Los fríos del invierno pierden fuerza gracias al Céfiro, el verano acabará pisando a la primavera y todas acabarán cediendo su paso al otoño que trae los mejores frutos, las uvas del viñedo. No nos daremos cuenta y el invierno, que adormece todo, volverá enseguida.
Supimos, pues, de la mano de Sara Pérez, de Dominik Huber y de René Barbier qué es lo que hace que la tierra sea más feliz, qué es lo que hay que hacer para que la fruta de la cepa crezca, suba, explote en nuestras bocas en forma de vino. Con la protección de Venus y la ayuda de Ceres y de Baco, comprendimos por qué los Romanos celebraban la Fiesta de las Flores, el momento en que las fuerzas de la tierra, tras el reposo del invierno, se concentran en el nacimiento de la flor que será fruto que será mosto que será vino. Celebramos y bebimos, charlamos y escuchamos, mientras otra Venus (Héspero) empezaba, discreta, a asomar por el horizonte y nos regalaba su tenue luz. Vesper adest...
Sara nos esperaba con una explicación inspirada directamente por la diosa. Poseída por esa energía única que saca, entre otros lugares, de su finca Els Escurçons, contó la naturaleza expansiva, amable, llena de matices, aérea y poderosa de la garnacha. Y explicó en qué momento se dio cuenta de que, además del cultivo del viñedo, esa fruta le pedía a gritos un barro que la elevara de la tierra, más que hundirla en ella. La cariñena pide lo contrario: concentración, austeridad, profundidad, encerrarse en si misma y desarrollar otras cualidades. Las que le permite, precisamente, la madera. Pero la garnacha dels Escurçons 2013 de Sara, que probamos a medio hacer..., fue un momento de iluminación, de explosión de fruta en la boca, de cerezas, de flor de violeta, de pimienta roja...Un cultivo, desde 2013, que cambió su vida. Un vino, cuando podamos beberlo todos, que nos dará otra dimensión de la relación seminal de esta mujer con la garnacha y con la tierra que la vio crecer.
Dominik y René no habían hablado entre ellos pero coincidieron en proponer dos blancos. La coincidencia fue al azar? Me lo pregunto porque las cosas no suelen suceder porque sí...Ellos nos mostraron de nuevo, casi sin buscarlo, que el Priorat es la tierra de los grandes blancos que ya están llegando, Partida Bellvisos blanc 2011, uno de los monovarietales (garnacha blanca) que nace de un viñedo que René se empeñó en comprar. Apenas 300 botellas de la parte más alta de la partida, que él ya entiende y trabaja, sin más, como a él le gusta el vino: 2011, añada complicada y compleja, sequía y miedo. Da un blanco que, con 14 meses de madera, muestra una frescura sin complejidades y todos los matices de la almendra, desde que nace, verde e inmadura, hasta que se tuesta. Un vino para muchos años...quien encuentre una botella. Dominik mostró la otra cara del 2011, con uno de los grandes polivarietales del Priorat: Pedra de Guix 2011. Un vino que combina la frescura de la parte más alta de Poboleda (garnacha blanca de extraordinaria calidad) con la inquietud y calor del Lloar y la textura amable de Torroja (PX y macabeo). Un vino que gana lo que no está escrito en mágnum, un vino con todos los aromas de la garriga, de la flor del tilo, con cierta oxidación que hace que evolucione horas y días en copa y en botella abierta.
Fueron tres lecciones de vida. Tres momentos de humildad de tres personas únicas que sienten la fuerza de esta tierra y, tras muchos años observándola y trabajando en ella, están empezando a comprender cómo embotellarla. Tres maneras, tres vinos, tres momentos para una primavera que, por unas horas, acudió a la cita del epigrama de Marcial: Si conoces el dulce homenaje a Flora, juguetona, y conoces las fiestas y el divertimento y la frescura del pueblo, por qué has entrado a este teatro de la vida, Catón severo? O quizá tan sólo lo has hecho para volver a salir?
No queremos rostros severos en la celebración de la primavera, en las horas de la flor que será fruto que será vino. Queremos a Venus, queremos a su fuerza protectora para que la semilla fructifique de nuevo y nos permita, con las pequeñas cosas compartidas de cada día, ser mejores y hacer un poco más felices a quienes nos rodean. Eso aprendimos ayer. Con la tierra y desde la tierra del Priorat y con los vinos y las historias de Sara, René y Dominik.