¿Nos estamos inhibiendo las mujeres? ¿Es el zen masculino (y no digo de hombres, he dicho masculino porque es lo que quiero decir)?. Al lado de la mayoría de los monjes que "dirigen" un dojo, hay una mujer. Pero no hay un hombre junto a las mujeres que están al frente de un dojo.
Cuando comencé a practicar zazen, y durante mucho tiempo, las formas eran netamente masculinas. Y marcialmente japonesas. El tiempo del kyosaku se gritaba así: "KyoooosaKÚ". La "campanita" era una mujer sí o también aunque la campana grande solía ser cosa de los hombres. Si alguien recomponía la postura en el dojo durante zazen, de pronto se escuchaba un "no moverse" que helaba las entrañas y que, desde luego, dejaba inmóvil al infeliz que hubiera tenido la desvergüenza de alterar con su quinta pestaña el aire del dojo. La cocina era un sinvivir de exactitud poco mediterránea. Stéphan no conseguía comprender por qué el campo de invierno no tenía éxito en españa y los "mejores" discípulos elegían comer las uvas con la familia en vez de tocar 101 campanadas (una arriba o una abajo).
Esto que cuento no creo que sea políticamente correcto. Si lo digo en voz alta no es por hacer crítica de lo que fue, sino sobre todo para agradecer la evolución y para reclamar la presencia dulce de las mujeres que habitamos el planeta zen. Y de lo femenino, que ya se va notando. Por equilibrar más que nada.
Como en kinhin: un puño de acero simbolizando la determinación hacia el Despertar envuelto en la suave delicadeza de las formas, como un velo de seda. Femenino sobre masculino sobre femenino. Yin dulcificando el yang.
Yin y yang en un todo completo. Somos también necesarias. Es importante que no nos escondamos tras ellos. Es importante el Equilibrio.