Puesto porJCP on Mar 1, 2013 in Autores
Es intolerable la idea ultra-machista de que las mujeres han de ser emancipadas por las instituciones, por el Estado, a través de la Ley de Violencia de Género, el Ministerio de Igualdad, la legislación económica que las privilegia, el sistema de cuotas, la propaganda institucional denigratoria de los hombres, la demonización del sexo heterosexual, la proscripción de la maternidad y el odio obligatorio a los niños/niñas, la estigmatización del amor y otras medidas.
Ahora el PP, o sea, la derecha española, sociológicamente heredera del franquismo, está llevando adelante las “políticas de género” con mayor fuerza aún que antaño el gobierno del PSOE. Por ejemplo, los últimos protocolos de actuación para “erradicar la violencia machista” son los más rigurosos desde que tal ley se promulgó, y las subvenciones a colectivos sexistas del Ministerio de Igualdad de la derecha (hasta no hace mucho franquista) siguen siendo generosas, a pesar de la crisis.
Así se está convirtiendo a ciertos sectores de féminas en criaturas sometidas al Estado y de él dependientes. Si en el viejo patriarcado el Estado obligaba a los hombres a “proteger” a las mujeres, en el nuevo patriarcado, el actual, el que se ha institucionalizado en los últimos decenios, es el artefacto estatal directamente quien se hace cargo del amparo y tutela global de las féminas.
Pero la emancipación no puede regalarse, no es algo otorgado desde arriba. El acto liberador, por su propia naturaleza, ha de ser realizado por quien se libera.
Lo que se ha constituido con todo esto, es una nueva mujer hiper-dependiente, a la que los privilegios y ayudas otorgadas la están maleando y destruyendo como ser humano de calidad, como sujeto con autonomía, inteligencia, fortaleza, sentido moral y libre albedrio.
El viejo patriarcado también se sirvió de las prebendas para reducir a las mujeres a la condición de seres no-humanos. Su exclusión de los ejércitos y las guerras era un privilegio colosal. El nuevo patriarcado, cuyo centro es el Ministerio de Igualdad y cuya ley más señera es la de Violencia de Género, igualmente utiliza los privilegios y la ayuda para infantilizar, encanallar y destruir a las mujeres en tanto que seres humanos mujeres.
La mujer hiper-protegida por el paternalismo estatal no es una emancipada sino una esclava. No es una liberada sino una criatura institucionalizada, asombrosamente dócil y sumisa, pasiva y dependiente, ininteligente y embrutecida.
Si el antiguo patriarcado se dirigía a someter a las mujeres el nuevo pretende algo aún peor, destruirlas en tanto que seres humanos.
Los privilegios degradan a quienes los poseen. Otorgar derechos sin deberes hace perversas, necias y pasivas a las personas, como explica Simone Weil, esa mujer ejemplar. Valerse de la “discriminación positiva” es destruir en las féminas el esfuerzo por emanciparse a sí mismas, que es la esencia del proyecto emancipador.
El Estado no actúa de protector de las féminas por filantropía. Lo hace para servir a la razón de Estado, a la voluntad del artefacto estatal de dominarlo todo y poseerlo todo. Quienes tienen una visión ingenua, “positiva”, del Estado, que lean a Maquiavelo y entiendan qué es realmente la razón de Estado.
Es un insulto para las mujeres sostener que las ha de proteger el ente estatal, pues equivale a decir que son seres inferiores que no son capaces de protegerse a sí mismas. Por eso este 8 de marzo debe ser de lucha contra el Estado “protector” y sus agentes, para afirmar la total capacidad que poseen las mujeres para ser ellas mismas, defenderse a sí mismas, vivir por sí mismas y existir con total autonomía.
Eso exige denunciar la “discriminación positiva” y considerar a quienes la respaldan como la peor expresión de misoginia y machismo de la historia. Así se podrá poner fin a la deriva feminicida que ha tomado nuestra sociedad.
La emancipación total de las mujeres es una de las grandes metas del proyecto de revolución integral, dirigido a crear una sociedad libre, sin ente estatal ni clase empresarial, por tanto, sin patriarcado ni neopatriarcado, libre de sexismo de uno u otro tipo. Afirmemos pues este 8 de marzo la gran idea de revolución total con las mujeres en la primera fila de la acción revolucionaria. De ellas depende la victoria.
Félix Rodrigo Mora