El aire de la plaza comienza a florecer a pesar de ser invierno: la música que crea una joven trae la primavera a todos los transeúntes, que no pueden evitar mirarla buscando la fuente de este milagro. Un hombre se ha colocado desde la primera nota delante de la música, parece estar absorto, sus ojos cerrados permiten que toda su piel se convierta en oído. La joven interpreta como si todo su cuerpo fuese su instrumento. Las personas se paran y esbozan serenas sonrisas, como queriendo mostrar su felicidad con un respetuoso silencio que acoja la melodía. El tiempo se detiene, los pensamientos se congelan y la imaginación despliega sus alas … todos los presentes parecen sentirse libres de sus cargas y se permiten soñar , con esos sueños que garantizan la felicidad …
Autor del cuento: Carlos González Pérez La Danza de la Vida