Las óperas de José F. Vásquez

Por Lasnuevemusas @semanario9musas

I. Las primeras obras y la trilogía exótica

Este 2022 cumplo ocho años de haberme involucrado en el rescate, conservación y difusión del archivo del Mtro. José F. Vásquez, un archivo que parece una locura que no haya sido valorado en su justa medida cuando se trata de uno de los gestores, compositores y profesores más importantes de la música mexicana del siglo XX.

Durante estos años la sensación más constante que he tenido, además de la sorpresa de lo que contiene, es el miedo de haber llegado muy tarde, pero la certeza de, al menos, haber llegado.

José Jesús Vásquez (su heredero universal) y yo, acompañados por investigadores como Gabriel Pareyón y otros muchos músicos, no solo mexicanos, sino también extranjeros, hemos buscado que se conserve y difunda este legado y la verdad es que nuestros esfuerzos han sido más fructíferos que los de las instituciones.

Creo que no es exagerado comentar que es una absoluta lástima que nos hayamos perdido tantos años de escuchar a un compositor como Vásquez. Un intelectual que trabajó tanto para que la música fuera parte de la formación de los jóvenes, por la educación musical y que dejó un legado enorme de obras para orquesta, para piano, para voz etc.

Pensemos en lo complicado que es entender este olvido cuando este compositor mexicano fue el primer director concertador que organizó un montaje operístico en el Palacio de bellas Artes en 1927, es decir más de diez años antes de su inauguración oficial. Fue uno de los mayores difusores de la ópera mexicana del siglo XX.

Su compañía, la Sociedad Pro Arte Patrio, hizo recuperaciones muy importantes como la ópera Dos amores de Tello, Tabaré de Oseguera y Atzimba de Ricardo Castro[1], la cual presentó incluso en Centroamérica ese mismo año. Fundada por José F. Vásquez en 1926, esta agrupación estuvo integrada por artistas como Luz y Clementina González de Cosío[2], Alba Herrera y Ogazón (1885-1931), Luis Sandi (1905-1996), Heliodoro Oseguera -pianista, compositor y pedagogo de la primera mitad del siglo XX- Justino, Manuel y Jesús Camacho Vega[3], además de Antonio Gomezanda (1894-1961), entre muchos otros. Su objetivo fundamental era rescatar y difundir la ópera mexicana.

El amor de Vásquez por el género operístico data de mucho antes. Según el Diccionario Enciclopédico de Música Mexicana de Gabriel Pareyón, la primera obra escrita por un joven Vásquez de 15 años es Los compañeros de la hoja en 1911. Esta ópera -según algunos y opereta según otros- en dos actos es el inicio de una ferviente actividad del compositor en el ámbito de la música vocal en los primeros treinta años del siglo XX.

Con base en una novela de Ramón del Valle-Inclán (1866-1936) Los hermanos de la hoja fue adaptada por un escritor militar, amigo del compositor. La acción se desarrolla en Guadalajara, Jalisco, en 1865. De ella se conserva la partitura original, con una reducción a piano en la biblioteca de la actual Facultad de Música de la UNAM. No se tiene noticia de su estreno.

Seis años después otra obra, en la actualidad perdida: Monna Vanna y dos años después[4] Los mineros, la primera ópera que tenemos realmente con material suficiente para realizar una transcripción profesional. Se trata de una ópera en tres actos con libreto de Andrés Molina Enríquez. Tiene lugar en el mineral de Dos Estrellas, en Tlalpajahua, Estado de México. Sus personajes son: José (tenor), Manuel (barítono), Guillermo (bajo), Laura (soprano) y Martina (soprano), no tenemos noticia de su estreno.

En 1922 escribe y estrena Citlali, ópera en un acto con libreto de Manuel M. Bermejo. La escena transcurre en la isla de Xico en el lago de Chalco en la época de la conquista española. Esta obra fue premiada en el concurso de ópera mexicana convocado por el diario capitalino El universal, competencia de la que nunca se tuvo otra noticia ni otra edición. Lo que sí se sabe es que el jurado estuvo formado por el Julián Carillo (1875-1865), A ndrés Segurola (1874-1953), Ignacio del Castillo (1874-1937), Carlos González Peña (1885- 1955) y Alfonso Cravioto. Esta obra fue estrenada en el Teatro Esperanza Iris de la ciudad de México por la Gran Compañía de ópera "Pro-México"[5] el 19 de diciembre de 1922, en un programa doble junto a Il tabarro de Puccini, fue dirigida por Ignacio del Castillo y con el siguiente elenco:

Con esta obra se comienza la conocida como trilogía exótica, formada también por El mandarín (1923) y El rajá (1926), obras en las que no se buscaba una recreación cultura auténtica, sino un marco exotista para la historia, que en ese entonces estaba especialmente de moda en el gusto del público, como puede verse en las obras europeas del mismo periodo o anteriores ( Turandot, Madama Butterfly o Los pescadores de perlas, por mencionar solo tres ejemplos). Su proceso musical se acercará mucho al impresionismo, pero también será un gran heredero del verismo más tardío. Gabriel Pareyón lo describe así:

[Se distingue] la intención de mezclar la estética impresionista con elementos nacionalistas, interpretados bajo matices personales. Finalmente, se encuentra dentro la última generación de compositores impresionistas mexicanos, tal vez la más vigorosa y original, aunque también la menos conocida: José F. Vásquez (I mpresiones, El mandarín, Acuarelas de viaje, El último sueño, La ofrenda); Alfonso de Elías ( El jardín encantado, Tlalmanalco, Cacahuamilpa); Miguel C. Meza ( Las biniguendas de plata); y José Pablo Moncayo ( Tierra de temporal, Amatzinac). En todos ellos, tanto la instrumentación, y con ésta la germinación de un nuevo efectismo de los instrumentos a solo y en combinación, como la armonía, llegaron a sus límites más amplios en la corriente impresionista.

El mandarín, de 1927 es una ópera en un acto con libreto de Manuel M. Bermejo (1865-1962), adaptado del texto Le voile du boheur de Clemenceau. La acción sucede en Pekín antes del establecimiento de la República Popular China. Esta obra se estrena primero en el Teatro Arbeu con estudiantes de la Escuela Libre de música y fue dirigida por el autor:

También se tiene noticia de una producción estrenada en el Palacio de Bellas Artes el 10 de agosto de 1935, a diez meses de la inauguración del teatro. El elenco en esta segunda función cambió integró a la soprano Luz González de Cosío, al tenor Carlos Mejía y al bajo José Corral, la orquesta fue dirigida por el autor y el director de escena fue Heliodoro Oseguera.

La tercera ópera que integra esta trilogía es El Rajáh de 1929, también con libreto de Manuel M. Bermejo. En este caso la acción transcurre en Malasia en la época antigua e indeterminada. Fue estrenada igualmente en el teatro Arbeu el 14 de junio de 1931 y se repuso cuatro años después en el Palacio de Bellas Artes, de nuevo, poco antes del estreno oficial del teatro.

Una de las cosas que también podemos notar al estudiar a sus elencos es que el Mtro. Vásquez reunía a las grandes y destacadas familiar musicales, muchas de ellas jalicienses, para trabajar con ellos y de laguna manera aprovechar la herencia musical que poseían como intérpretes.

Como podemos ver, esta trilogía temática tendrá muchas cosas en común, pero no podemos hacer un análisis más profundo debido a que no se cuentan con todos los elementos para la transcripción de las partituras y con ello poder revisar sus características. Sin embargo se está en la búsqueda de patrocinios para lograr la recuperación, transcripción y edición de ellas.

El trabajo que se ha realizado en estos ocho años, por fin, empieza a tener frutos más concretos: Hoy tenemos una página web, varias grabaciones, una edición de su primer concierto para violín con una reducción a piano que se puede encontrar gratis, además de un porcentaje bastante alto de la obra ya digitalizada. De sus siete óperas una está ya transcrita en una edición crítica en la partitura para canto y piano, lista para su publicación y montaje.

Nada de esto borra la espantosa historia de saqueo y expolio de este archivo, que afectó primero a sus hijos y herederos, pero supuesto, pero que nos dejó a todos los mexicanos sin parte de un legado que es nuestro y que ni siquiera hemos tenido acceso a él. Es una labor urgente recuperarlo.

[1] Su trabajo fue de tal manera importante que la familia de Ricardo Castro lo nombró depositario legal de su obra tras la muerte del músico

[2] Parte de una familia de cantantes mexicanos especialmente destacada e importante para la historia de la ópera en México, integrada por: Luz (n. y m. cd. de México, 1895-14 dic. 1966), Clementina, mezzosoprano y Gilda González de Cosío, sobrina de éstas, quién hizo carrera como cantante y contrajo matrimonio con el tenor Carlo Morelli, creando posteriormente el concurso que lleva su nombre.

[3] Integrantes también de una família de músicos jalicienses, que participaron activamente en las primeres Instituciones culturales mexicanes.

[4] Según Jesús C. Romero la datación de esta obra es 1917 y según Gabriel Pareyón es 1919

[5] Registro tomado literal de Jesús Romero pero al parecer se refiere a la compañía antes mencionada Pro-arte Patrio.