Con este relato, autobiográfico, pretendo dar a conocer, en tono de tragicomedia, las tribulaciones que he ido sorteando desde los 27 años, cuando empezó mi enfermedad, hasta el día de la fecha. En él describo, en tono sarcástico, porque no puede ser de otra manera, la impresión, susto e incomprensión cuando dijeron los médicos lo que tenía, a lo que no daba crédito, entre otras cosas porque desconocía la existencia de la enfermedad renal crónica y sus horribles consecuencias. A esto se sumó el disgusto de toda la familia y como colofón el divorcio de mi primer matrimonio.
Explico en tono de humor, cuando se puede, los primeros años de espera para el trasplante, las múltiples operaciones a las que me vi sometida y las historias para no dormir que aguanté en los diversos hospitales: unas para morirse de risa y otras para morirse literalmente.
Cómo conocí, de manera accidental, a un belga simpático y altruista que me cambió la vida porque entró a formar parte de ella. Su ayuda, apoyo y alegría influyeron de forma decisiva en mi comportamiento vital a partir de entonces. Los líos en los que se mete por motu propio, y en los que me mete a mí, que dicho sea de paso, le agradezco enormemente ya que me hace la existencia mucho más divertida y llevadera.
El segundo trasplante en el Clínico de Madrid. Con doce años de parafernalias hospitalarias. Incluyendo el comportamiento irracional e incomprensible de los distintos personajes de bata blanca, o de cualquier otro color (dependiendo del grado de estudio adquirido), que tuve y tengo que soportar casi a diario; allí y aquí.
Todos los viajes, esta vez, turísticos que he realizado una vez libre de ataduras, con sus incidentes y peripecias.
Trifulcas, broncas, disgustos a mansalva….y alguna alegría en el hospital de Albacete. El comportamiento inigualable del servicio de Nefrología con el que contamos y el funcionamiento de la sanidad española antes y después.
Todo ello por si sirviera de ayuda a futuros pacientes; que sepan, de verdad, que con una enfermedad se puede vivir bien, siempre y cuando lo aceptes y lo tomes con sentido del humor.
Rosa Sirvent Muñoz