Hoy sabemos que las plantas también duermen pero, al igual que sucede con otras capacidades como la inteligencia, con el acto de dormir no nos referimos a que las plantas sueñen como nosotros, sino que durante la noche experimentan un descenso en su actividad metabólica e incluso cambian de posición. Como explica Mancuso en su libro, las observaciones con respecto a los movimientos rítmicos de los vegetales se remontan hasta la Grecia clásica, si bien fue el botánico Jean-Jacques d’Ortus de Marian quien en 1729, después de estudiar los movimientos de las plantas de mimosa, concluyó que los vegetales debían de tener una especie de reloj interno para controlar dichos cambios de posición.
Otra de las similitudes más curiosas con el sueño de los animales, es el hecho de que las hojas tiendan a adoptar durante la noche una posición parecida a la que tenían cuando eran brotes: se enrollan en forma de cucurucho, se pliegan en forma de abanico o se doblan en dos a lo largo de los nervios centrales.
En el nuevo trabajo, y en colaboración con investigadores de la Universidad de York, los mismos autores describen otra nueva vía por la que el metabolismo regula el ritmo circadiano: las especies reactivas de oxígeno (ROS por sus siglas en inglés), moléculas que se forman como resultado de procesos como la generación de energía y que habitualmente son dañinas.
Los investigadores han descubierto que uno de estos subproductos, el anión superóxido, aumenta conforme se elevan los niveles de azúcar en la planta y al anochecer actúa para ajustar el ritmo circadiano. Esta señal metabólica rítmica es capaz de cambiar la expresión de genes que regulan funciones tan importantes como el crecimiento, el transporte de nutrientes y el metabolismo energético, y los autores creen que esta señal metabólica podría estar proporcionando información a la planta sobre cuánta energía tiene disponible durante la noche y, a su vez, repercutir en el crecimiento de la planta.