Dice la mitología griega que las Pléyades, las siete hijas de Atlas y Pleione, al ser perseguidas por el guerrero Orión, pidieron auxilio a Zeus, quien les otorgó refugio en el cielo. Alcyone (Eta Tauri), estrella de magnitud 2.9, es la mas brillante de las hermanas; las demás son Maia (20 Tauri), Asterope (21 Tauri, una estrella doble), Taygeta (19 Tauri), Celaeno (16 Tauri), Electra (17 Tauri) y Merope (23 Tauri). Al extremo Este del cúmulo se encuentran Atlas y Pleione, el padre y la madre de las siete hermanas. Entre 1938 y 1970 se observó que Pleione es una estrella variable que arroja cáscaras de gas al espacio. Desde el interior del cúmulo las siete estrellas tienen una magnitud aparente de -5 o -6, siendo mas brillantes que Venus o cualquier estrella que podamos ver en la noche.
Las Pléyades fueron importantes no sólo en la mitología griega, sino también para los habitantes del México prehispánico. El complejo de pirámides de Teotihuacán está orientado en un eje 15 grados 21 minutos al Este del Norte, un ángulo probablemente relacionado con la salida de las Pléyades en el horizonte. En muchas partes de la antigua América es posible encontrar referencia a las Pléyades. Para los Mayas las "siete cabrillas" eran "Tzab" la cola de la serpiente de cascabel. Forman la constelación Nahuatl de Tianquiztli, el mercado. De acuerdo a Sahagún, en el libro 7 del código Florentino, la ceremonia del fuego nuevo comienza cada 52 años, cuando las Pléyades alcanzan el cenit a la medianoche (a mediados de noviembre): "... y cuando vieron que habían pasado el cenit, sabían que los cielos no habían detenido su movimiento y que el fin del mundo no había llegado, y que tendrían por lo menos otros 52 años por delante antes de que el fin sucediera". Incluso mas allá del mundo prehispánico, en sociedades isleñas del Pacífico del Sur, el año se divide en dos estaciones determinadas por la presencia o ausencia de las Pléyades en el cielo.
En 1610 Galileo se maravilló al apuntar su pequeño telescopio a las pléyades, descubriendo la presencia de muchas estrellas débiles, de séptima u octava magnitud. Con binoculares es posible ver varias decenas de estrellas e incluso un telescopio pequeño revela mas de un centenar. Sabemos que el cúmulo, situado a "sólo" 400 años-luz de nosotros, tiene entre 300 y 500 estrellas, contenidas en un radio de treinta años-luz que abarca cuatro veces mas que la Luna llena. En 1874 Swift observó la nebulosidad que existe alrededor de las estrellas mas brillantes de la Pléyades. Se trata de gas iluminado por las estrellas, un ejemplo clásico de una nebulosa de reflexión. El astrónomo aficionado necesitará no sólo un buen telescopio, sino también un cielo oscuro y condiciones de observación excepcionales si quiere tener la fortuna de ver estas nebulosidad con el ojo.
En 1911 Ejnar Hertzprung utilizó las observaciones de Annie Cannon y Antonia Maury de los cúmulos de las Pléyades y las Hyades para encontrar la relación entre color y luminosidad que cumplen las estrellas en la mayor parte de su existencia: entre mas luminosa es una estrella, mas azul es su color. La importancia de estudiar los cúmulos radica en que todas las estrellas están aproximadamente a la misma distancia de la Tierra y por lo tanto las diferencias entre brillos se deben no a diferencias en distancia, sino a diferencias reales entre sus luminosidades. Prácticamente todas las estrellas de las Pléyades están en la etapa en la cual brillan convirtiendo hidrógeno en helio. El hecho de que las estrellas mas masivas de las Pléyades todavía no hayan agotado su reserva de hidrógeno indica que se trata de un cúmulo muy joven. Se estima que tiene una edad de unos setenta millones de años, muy pequeña en comparación a estrellas como el Sol, formada hace cinco mil millones de años.
Las Pléyades, catalogadas como Messier 45 o NGC 1432, no sólo cautivaron la atención de los antiguos sino también de intelectuales mas cercanos a nuestros días. En el siglo XIX escribió Alfred Lord Tennyson: "Durante muchas noches he visto a las Pléyades, saliendo por la suave sombra, brillar como un enjambre de luciérnagas en una trenza de plata".