A comienzos de los años 80, el problema lo heredaban los ediles de la primera corporación democrática de Santa Cruz, que lo enmarcarían en la revisión del Plan General de Ordenación Urbana. El encauzamiento de una posible solución que superara el bloqueo existente quedaría plasmado en aquel documento para la planificación del desarrollo de la ciudad, aprobado definitivamente en 1992 y que 20 años después, aun sigue vigente. Sería el resultado de un intenso proceso negociador en el que se involucrarían tanto los promotores como los responsables municipales y que contó, ya entonces, con un incipiente movimiento de contestación ciudadana a la concertación asumida. La solución propuesta por los técnicos responsables de la redacción de aquel plan urbanístico, que revisaba la idea inicial, apostaría por una reducción radical de la superficie comprometida y la disminución a menos de la mitad de la edificabilidad otorgada por el anterior estatuto legal. Según aquella idea, la ordenación urbana se dividiría en dos partes, una organizaría el frente de playa y otra ocuparía el valle trasero de las Huertas. La idea urbanística aprobada entonces para el ámbito de la playa hubiera supuesto la construcción de un inmenso edificio laminar continuo de 9 plantas de altura, destinado a varios hoteles, que se desplegaría a lo largo de todo el frente de la playa artificial realizada y se complementaría formalizando un gran viario central para articular el espacio construido con las zonas de baño y paseo. Aquella avenida integraría un paseo peatonal y plazas de aparcamiento públicas destinadas a los usuarios de la playa. De haberse hecho, probablemente se hubiera logrado una formalización urbana escenográfica de baja calidad, con unos edificios estéticamente sometidos al fuerte interés especulativo de los promotores privados, volcados entonces en lograr un nuevo espacio para el desarrollo residencial. Un diseño que ignoraba completamente el entorno paisajístico al que daba la espalda y generaría así unas zonas traseras sin un tratamiento adecuado de transición de jardinería ni accesibilidad peatonal. Así, el problema se habría cerrado en falso con una mala organización arquitectónica que era, probablemente, el resultado de las tensiones especulativas en acción. Un nuevo error colectivo que se encontró con una oposición creciente de los ciudadanos a una iniciativa que supondría la privatización de un espacio que ya tenía una consideración eminentemente pública en el imaginario común. De hecho, ante la falta de apoyo, los problemas judiciales y la escasa capacidad financiera de los impulsores iniciales, esta segunda alternativa tampoco ha podido desarrollarse.La creciente oposición popular y la búsqueda de otras posibilidades llevarían a los responsables municipales a la convocatoria en el año 2000 de un concurso internacional de ideas para la reordenación del frente de la playa. Al mismo se invitarían a varios arquitectos internacionales reconocidos junto a otros equipos de profesionales locales. El jurado constituido al efecto otorgaría el primer premio a la propuesta presentada por el arquitecto francés Dominique Perrault. Su idea recogía gran parte de las reivindicaciones colectivas al proponer una solución en la que se eliminaba gran parte de la edificación prevista en el frente de la playa y, con ello, se disminuía nuevamente de una manera considerable la edificabilidad asignada. Al mismo tiempo se proponía una plantación masiva de arbolado en la franja colindante con la arena, actualmente ocupada por aparcamientos. Se propondría concentrar allí los servicios a los usuarios en puntos específicos, añadiendo así nuevos atractivos para la práctica deportiva en esa superficie.
Maqueta del hotel a situar en la ciudadelaTodo un ejemplo de como ciertos proyectos públicos mal enfocados, y sobre los que pesan intereses económicos enmascarados, acaban generando una enorme insatisfacción y el rechazo colectivo. Es un hecho que la creciente intervención en los procesos de actuación pública de un mayor número de agentes está conduciendo a una paralización cada vez grave del progreso y la mejora de la vida en común. Ante estos hechos, los ciudadanos de Santa Cruz deberíamos reclamar mayor cordura a aquellos que administran nuestros recursos colectivos. E intentar también contribuir a clarificar la situación y apoyar una racionalización sobre las posibles soluciones a un problema enquistado desde hace varias décadas.En principio, no parece lógico derribar totalmente una edificación ya realizada, al margen de que haya sido ejecutada supuestamente en base a defectos formales para su autoirzación. En el caso de que ocupase parte del dominio público podría legalizarse por la vía de la concesión administrativa temporal de ese espacio. O en cualquier caso, lo ya edificado siempre puede mantenerse en su mayor parte, demoliendo aquellas superficies situadas dentro de lo ocupado en el dominio marítimo terrestre. Algún uso podrá tener lo ya hecho, considerando que se prevé que lo ejecutado forme parte de un gran aparcamiento subterráneo destinado a los usuarios de la playa y que en la idea propuesta finalmente quedaría enterrado bajo la rasante de un futuro paseo. Su superficie superior podría albergar algunos servicios de atención al público que actúen como antesala de la playa, sin ocupar más espacio ni aumentar alturas.
En segundo lugar, habría que mantener y activar la idea de convertir la playa en una frondosa zona de árboles, palmeras y otras especies de vegetación tropical. Un recinto en el cual se podrían situar los imprescindibles servicios de vestuarios y aseo, pero también instalaciones deportivas, restaurantes, kioscos con terrazas y demás espacios de ocio previstos en el proyecto del arquitecto francés. Y ello, porque las necesidades de los usuarios de la playa siguen existiendo y el abandono de lo ejecutado hace ya bastantes años hace recomendable todavía la mejora en ese sentido. Una instalación para la práctica de ejercicios acuáticos monitorizados y el baño terapéutico podría ser también una iniciativa complementaria de interés ahí, ya que hay capacidad aprovechable más que suficiente.También parece razonable la ejecución de un paseo peatonal que bordee el litoral, que articule de alguna manera la lámina de arena existente con las futuras zonas arboladas y permita el acceso de los usuarios de la playa a aquellos servicios proyectados. Como complemento se debería permitir un acceso rodado restringido y las localizaciones adecuadas para garantizar una provisión de suficientes plazas de aparcamiento, considerando la fuerte demanda de uso que se produce en los meses de verano.