"matará a su padre y se casará con su madre"
El oráculo de Delfos a Layo
Las tetas de mi madre es la segunda película del director bogotano Carlos Zapata, que además de su selección en el festival de Guadalajara, también ha tenido cierta repercusión por su censura en las salas de cine comercial, que dio pie a qué fuera estrenada en las salas alternas, como el Cineclub de la Universidad Central, donde tuve la oportunidad de ver este largometraje con tintes de tragedia griega en las zonas marginales de Bogotá, el desamparo infantil y el hip-hop como fondo musical. Zapata, graduado de Medios Audiovisuales del Politécnico Grancolombiano (mi alma máter), se ha destacado por la independencia de sus producciones, estilo urbano y una cruda puesta en escena. Guionista, productor y editor de sus dos largometrajes, este joven realizador, se va haciendo un campo en la "floreciente" muestra de cine nacional donde ha ganado diversos premios.
Martín, un niño que quiere llevar a su madre a Disneyworld, trabaja como repartidor de pizzas, recorriendo en bicicleta los sitios más peligrosos de la ciudad, un día, por error, al hacer un entrega en un búrdel, se dará cuenta que su madre es una de las bailarinas, el mundo de éste, no se derrumbará, sino que se dará cuenta, que el amor a su madre es lo más importante, aún por encima de la razón. El guión escrito por Zapata, con ciertos reflejos autobiográficos, es ante todo, una síntesis de la incomunicación moderna, el desprendimiento familiar y la realidad de una ciudad. La película que inicia con una pareja discutiendo sobre un hijo abortado, son los padres de Martín (papel interpretado por los gemelos Heins); la historia, que tendrá como fondo a una Bogotá deprimente, sucia y oscura, en la que los personajes que la habitan, parecen ser los mejores maestros para este niño, que sintetiza el síndrome de un Edipo callejero. La película va utilizar varios de los parámetros de esta tragedia acomodándolos a la realidad de barrios populares como la Perseverancia, Las Cruces o el "Bronx", y varios de los estereotipos de la violencia callejera y drama que se manifiestan en esta Bogotá ambarina, desasosegante y nocturna, como la plantea el director.
Con fotografía de Lucas Cristo, que logra imprimirle a la obra un contraste, no sólo técnico y artístico, sino conceptual, ya que éste logra diseñar un trabajo lumínico crudo, duro y realista - un poco afeando a Bogotá- pero a la vez cuidadoso en el encuadre y en el manejo de la luz, virando hacía un amarillo que hace mucho más fuerte los tonos nocturnos y el choque con esa realidad, es una dirección fotográfica arriesgada que puede pecar de "feísta" y documental en la tomas nocturnas (zonas más peligrosas de la ciudad), pero aún así sin perder la estética o el diseño conceptual de la misma; igualmente es loable el trabajo de cámara y las texturas que se forman a partir de los mismos encuadres.
El trabajo sonoro es bastante bueno, ya no sólo en la "recogida" de los audios o los directos sino en el diseño del mismo, que en este caso afecta al dramatismo de la obra, sin embargo, sí el sonido funciona por su mezcla entre lo real y lo superlativo - hay que escuchar el diseño sonoro que se hace en la parte donde Martín se "desdobla" o en las secuencias en exteriores-, la música - para mí- es un invitado que refuerza al miserabilismo y la tragedia , cayendo en lo obvio y desestabilizando la estructura de la obra; en resumidas cuentas, más que un fallo, la música del grupo de rap Crack Family, parece más bien una imposición de este grupo para que la película se sienta más urbana y social. Eso sí, se echa de menos un mejor diseño de producción, que sí bien no afecta al desarrollo de la obra, tampoco le aporta mayor cosa a ésta. Destacable el montaje a varias manos encabezado por Etiene Bousac y el mismo director, que se la juegan por una estructura lineal, progresiva pero muy bien definida en lo que se está contando.
Aunque las actuaciones de los gemelos Heins funcionan, el papel de "Cacharro" interpretado por Joseph Barrios, es inolvidable, y los adultos parecen encajar en el tono de la obra, realmente no se puede hablar de grandes actuaciones.Si bien la película funciona en su estilo, tiene elementos artísticos y técnicos destacables, es su guión o la improbabilidad de éste - de varias secuencias- la que le resta bastante a la obra, que cae en lugares comunes, estereotipos, caminos ya trazados por el cine nacional, además se fuerza demasiado la relación Edipo + Bogotá + Rap, quitándole desarrollo al guión, sin embargo, a pesar de ésto, es la crudeza de la historia, algunos elementos de su arquitectura narrativa y sus toques de humor negro, los que hacen de la película, una reflexión entretenida sobre la incomunicación y el desapego de las familias modernas. Recomendable por su misma dureza, por sus mismos errores, y porque en definitiva, la censura es la mejor publicidad.
Zoom in: Premiada en Chile, Málaga y Monterrey, en le Festival de Cine de Santander, y estímulo de posproducción por pare del FDC.
Montaje Paralelo: Rodrigo D - Bogotá