A principios de abril de 2019 se conocía la triste noticia de la muerte de María José Carrasco, enferma de esclerosis múltiple.
Pudo poner fin a su vida -y a su dolor- gracias al último acto de amor de su marido, que le acercó el vaso con el medicamento para que ella lo absorbiera con una pajita.
De nuevo, el amor vivía en la paradoja: un medicamento le dio la muerte y no la vida, la muerte favorecida por Ángel, la persona que más la quería en el mundo. "Le he prestado mis manos", confesó. Fue quizá por esto, matar por amor, que me impresionó tanto la noticia. Amor y muerte han estado siempre unidos. Baste recordar la muerte de amor de la Isolda wagneriana, o la identificación de la muerte con el clímax amoroso. Pero desde el principio, estuvo muy presente (quizá por estar la Semana Santa muy cercana) otra muerte por amor buscada a manos de otros, otro suicidio, como es el de Jesús. Por ello, en el ciclo completo he seguido las siete últimas palabras del relato bíblico, que han sido, a lo largo de los siglos, fuente de reflexión y de meditación. Son las palabras que pronuncia Cristo en su agonía. Pero la mía ha sido una meditación muy distinta. Sin embargo, me he limitado a continuar lo que la tradición cristiana ha consagrado: meditar sobre estas palabras, su significado y cómo se adecúan a nuestra vida o, en este caso, a la muerte de María José, a su sacrificio, con cuya intertextualidad he querido dotar al suceso real de mayor trascendencia y grandeza trágica y estética. Presento aquí un adelanto con cuatro de estos poemas, que se encabezan con la cita de una de las palabras. Los títulos dan una idea del motivo que ha inspirado cada uno de ellos. Para María José Carrasco y Ángel HernándezMaría José ruega a Ángel
Sé que me amas, porque acariciaste mi piel
y bajo tus manos crecía el aroma de las promesas.
Sé que me amas, porque me besaste
y de tus labios bebía su brisa irisada.
Sé que me amas, porque la sonrisa de tu presencia
era el anuncio del paraíso.
Sé que me amas, porque tus ojos todavía vierten
sobre mi cuerpo sediento y yermo
la luz en mi angustia cotidiana.
Se que me amas porque colmarás mi sed
y me darás la muerte, me darás la vida verdadera.
10/V/2019
María José recuerda cómo fue su amor con Ángel
Era tu piel campo de estrellas,
playa extendida a mi deseo;
tu cuerpo, barro al que daba forma mi amor
en un mundo habitado solo por el presente.
Tarde detenida en la eternidad del encuentro:
brazos entre abrazos, caricias
que acariciaban, piernas
que se enlazaban entre besos
que besaban para cinturear
el cristal de tu cintura hasta arrancar
la flor que crecía en tu pecho.
Después, ya solo la sombra del amor,
ecos de gemidos desmigados
sobre los restos de la cama,
sábanas testigo de la felicidad,
paraíso construido que el tiempo cruel
ha dejado perdido entre los olvidos del tiempo.
7/VI/2019
María José confiesa por qué ya no vale la pena vivir
consummatum estHas llenado mi oscuridad de luz y de caricias.
Has saboreado mi cuerpo, besado mis pechos floridos,
el ardor de mi cintura que se entregó a ti
antes de tender los brazos a la muerte.
Has recorrido el sabor de mi espalda
y amado cada una de las ilusiones
que bullían bajo mi piel ardiente.
Pero ya has comprendido qué lejos quedaba el mar
del invierno frío y gris de mi última mirada,
y que mi sonrisa ya no podía susurrarte las olas,
porque han cortado las alas de mi cuerpo
y ya no te podré volar hacia el infinito.
10/IV/2019
María José desea dejar de sentir dolor
in manus tuasNo estar, no ser,
apagar el dolor de esta vida
como quien tapa los ojos,
cierra los oídos,
hasta dejar de respirar
y de sentir.
Y devuelta mi materia
a tus manos
volver a ser tierra
bajo el árbol apenas sensitivo
en el refugio de la serenidad de las raíces,
más allá de la piedra,
esencia a cubierto del cielo y de sus furias,
para alcanzar la pureza del silencio,
la perfección de la quietud,
la eternidad del instante detenido,
pulsión latente bajo la Tierra.
12 / VI /2019