Las varices son todas aquellas venas grandes o pequeñas que se dilatan, ramifican o expanden y que además se caracterizan por la incapacidad que tienen de asegurar un retorno eficaz de sangre al corazón.
En las piernas las varices contribuyen al estancamiento del volumen sanguíneo (que será mayor dependiendo de su número y tamaño) lo cual condiciona un aumento de la presión venosa, causante de todos los síntomas del síndrome varicoso.
La población general padece de varices en proporciones bastante altas, llegando hasta el 70% de las mujeres y un 20-30% de los hombres. Existen, básicamente, tres tipos de varices: las pequeñas arañas vasculares o telangiectasias, las venas reticulares de mediano calibre y las venas tronculares de gran calibre que pueden llegar a englobar los grandes troncos venosos superficiales.
Entre las principales causas de varices se encuentran: el sexo femenino, el embarazo, las hormonas femeninas, los anticonceptivos, la edad, la bipedestación prolongada (muy frecuentes en personas que trabajan de pie de forma prolongada sin moverse), la herencia, la obesidad, el calor o la exposición solar prolongada. Otros factores que también influyen en su empeoramiento son: el tabaquismo, la alimentación, el estreñimiento, el tipo de calzado o ropa y el sedentarismo.La severidad de los síntomas no guarda una clara relación con el tamaño o tipo de las varices, se relacionan más con el grado de hipertensión venosa. Fundamentalmente producen: pesadez, cansancio, picores, calambres, dolor, ardor o quemazón. Todos estos síntomas empeoran en verano, con el aumento del calor, tras estar varias horas de pie de forma estática o sentada, con las comidas copiosas o el estreñimiento. En las mujeres, los síntomas empeoran durante los primeros días del ciclo menstrual.